Nueve meses después de que entrara en vigor la llamada ordenanza de chamizos, oficialmente de Locales Menores de Ocio Privado, ningún local ha solicitado una autorización para desarrollar actividades de esparcimiento con los fines que enumera el nuevo marco normativo y que se circunscriben dentro del ámbito social, cultural, lúdico, festero o gastronómico.
La primera de las explicaciones se encuentra en que la ordenanza, sobre la que se estuvo discutiendo todo el pasado mandato, se suavizó mucho en su última versión, con la incorporación al texto de una disposición adicional en la que se eximía de obtener un permiso de este tipo a aquellos locales que ya tuvieran concedida previamente una licencia ambiental. Dicho de otra manera, el Ayuntamiento de Burgos se quitaba de encima el problemón de tener que obligar a sociedades gastronómicas, culturales o peñas a echar el cierre, ya que se habían establecido límites al número de locales de este tipo en un radio concreto. Es decir, no podían coincidir dos en una distancia de menos de 50 metros en los entornos de la Catedral, las Huelgas o el Museo de la Evolución Humana o de 100 metros en el resto de la ciudad.
De haber mantenido el criterio inicial, que luego se entendió como excesivamente exigente, el Ayuntamiento se habría creado un problema a sí mismo (así al menos se interpretó), ya que el objetivo inicial de la ordenanza, lo que realmente forzó su creación, era atajar el problema de aquellos locales ocupados fundamentalmente por jóvenes. Espacios que no reunían las mínimas condiciones de seguridad para sus inquilinos y que generaban importantes molestias a los vecinos. Es decir, la idea era acabar con locales muy descuidados, que se alquilaban a precios bajísimos. Aquellos que los adolescentes sí se pueden permitir, pero que representan un peligro al ser espacios en los que era fácil encontrar viejas estufas, sofás, mantas y en los que se carecían de elementos de protección contra incendios.
Se entendió que la ordenanza concebida inicialmente mataba moscas a cañonazos y generaba daños colaterales innecesarios. ¿A quién podía molestar que hubiera, por ejemplo, dos locales de asociaciones en menos de cincuenta metros si reúnen las condiciones de seguridad y no molestan a nadie?
Sin embargo, en el número 1 de la Plaza Mayor sí entienden que ha sido una herramienta útil, ya que, por el momento, ven una mejoría. Hay menos locales problemáticos por la ciudad, ya que los propietarios de los mismos no están dispuestos a realizar grandes reformas, ya que el negocio estaba en no invertir y cobrar alquileres muy bajos, ya que los jóvenes no pueden asumir rentas muy elevadas.
La Asociación de Atención a Colectivos en Riesgo (Aclad) ha venido a confirmar esta realidad con un estudio realizado recientemente en el que se llegan a la conclusión de que en este momento hay menos chamizos en la ciudad aunque los que hay, también es cierto, son más numerosos.
No se toca. Cabe recordar que tanto el PP como Vox votaron el pasado mandato en contra de una ordenanza que no estuvo exenta de polémica la que el secretario general emitió un informe en el que defendió que el Ayuntamiento no tenía competencias en esta materia. No obstante, a la vista de que la normativa parece estar dando resultados al reducir el número de chamizos y al disuadir en la apertura de otros nuevos, el equipo de Gobierno ha decidido mantenerla.