Se perdió los primeros amistosos del Rayo Burgalés porque entonces residía en Londres. A su vuelta, Pilar Figal, que había compartido muchas vivencias con equipos de baloncesto y fútbol sala, no tardó en recalar y hacerse hueco en la plantilla que confeccionaron para la temporada 94-95 a las órdenes de Amós Martín. «Era todo muy pedestre. Éramos muy naíf. Cambiar la técnica fue realmente difícil. Era otra forma de moverse en el campo, de pegar al balón...», confiesa.
La verdadera revolución del equipo y su salto cualitativo llegó con el fichaje de Juanjo Ronda como entrenador del Nuestra Señora de Belén. «Él fue quien nos enseñó a jugar. Mucha gente lo ha obviado. Nos enseñó a movernos en bloque, a jugar en equipo. A defender y a atacar todas. Fue otro concepto. Respirábamos como equipo y pensábamos como bloque», señala.
En el 96, otro giro. Cambió la directiva, llegó un patrocinador como Multiópticas y desde la Delegación y el Ayuntamiento apoyaron a las chicas, «el equipo solo tenía que preocuparse por jugar. Fue entonces cuando recibimos una equipación de verdad y nos convertimos en un conjunto semiprofesional. Un cambio abismal», recuerda.
Los viajes dejan de ser de ida y vuelta en sus propios coches, donde a Pilar Figal sus padres de casi le impiden seguir jugando al fútbol. «Recuerdo que estrenaba coche. Fuimos a León y a la vuelta tras el partido, Raquel, que llevaba también su vehículo, se queda sin gasolina a eso de las 22,30 horas. Llegó la medianoche. Todo cerrado y entonces no había móviles. Un agricultor en una nave nos facilitó una garrafa de gasoil, retrocedí kilómetros para dársela a mi compañera, total, llegamos a Burgos a las 4,00 de la madrugada. Y mis padres esperando... ¡A punto de prohibírmelo!», asegura, mientras habla de una foto que recuerda del equipo en un hotel de cinco estrellas de Madrid todas sorprendidas mirando las lámparas. Además, la Delegación nos facilitaba las entradas para ver algún partido del Real Madrid, del Oviedo...
Versátil y polivalente. Y a pesar de su físico menudo, siempre se supo defender ante grandes retos y delanteras. Fue una de las zagueras más habituales en el once de Amós y Ronda. «Un día en Gijón me hizo dos entradas una chica que me doblaba en peso. Los árbitros a veces eran un poco paternalistas. Decían: ¡Ay, que os vais a hacer daño! Y recuerdo como me sonaron todos los huesos. A la segunda entrada, me tuve que retirar porque me dejó noqueada».
Conserva buenas experiencias en sus concentraciones con la selección de Castilla y León, a la que acudió con varias compañeras como Raquel, Bego, Arancha. «Entre nosotros destacaba Celsa, una chica de León, que sacaba los córners y marcaba goles olímpicos. Me acuerdo de que mi hermano decía que eso nunca se lo había visto hacer a ningún hombre. Utilizaba las dos piernas, algo que me sorprende que muchos profesionales no hagan. Yo también fui lateral derecho, izquierdo y central», argumenta.
Nunca fue carne de discriminación en la Barriada Militar donde creció con chicas y chicos que jugaban a «todo», luego en los campos españoles y burgaleses, algún que otro «machirulo o ¡vete a fregar! sí escuché».
Entre alguna de esas anécdotas confesables reconoce haberse «tapado postillas que ocupaban todo el antebrazo» para que su madre no se preocupara en aquellos campos de tierra infames, o aquellas reuniones en hoteles en la que animaron a «Rosa de España en Eurovisión o les enseñaba bailes de salón a las más jovencitas...(ríe) o cuando celebramos un empate sin goles frente al líder Madrid Oeste en el hall de un hotel tras haber encajado goleadas...».
Al colgar las botas, cuando el equipo llegó a Superliga y con 31 años se convirtió en vicepresidenta junto a Ana Delia. Un año después se desligó totalmente del fútbol hierba.
Sin renunciar a nada. Hace poco volvió a retomar el fútbol sala porque ha estado bastante tiempo sin poder hacer «nada» de deporte al sufrir un cáncer, y ya superado, advierte de que «esa sensación al tocar el balón..., pensé... ¡cómo me gusta esto!». Dice que no renunció a nada por jugar al fútbol, porque «disfrutaba», además no solía «salir mucho de fiesta, llevaba una vida ordenada, sana».
Actualmente trabaja en el Archivo Municipal y tras la obtención del título mundial de la selección española femenina comenzó a realizar un trabajo en el blog y ya ha recopilado bastantes cosas del fútbol femenino burgalés. Y desde entonces está maravillada de las cosas que ha vivido y ahora revive.