Las dos últimas semanas han demostrado que compartimos problemas con los paisanos del norte y que no estaría de más tirar de su influencia en el Gobierno central para intentar sacar tajada. El día 1 -Lunes de Pascua- miles de conductores de Euskadi se tuvieron que volver a armar de paciencia en los atascos de la AP-1 con los que acostumbran a regresar a casa tras las vacaciones de Semana Santa. El día 8 -Domingo de Copa del Rey- centenares de vehículos matriculados en Vizcaya se vieron 'atrapados' en otro eterno embotellamiento en la vieja autopista. En este caso, al menos lo pudieron digerir mejor por la satisfacción del triunfo copero del Athletic.
Diario de Burgos nos prevenía de lo que está por venir en su edición del sábado 6 de abril. En su titular de portada vaticinaba que los colapsos serán frecuentes en verano, durante las diferentes operaciones especiales de tráfico, puesto que el Ministerio de Transportes deja pasar el tiempo y los proyectos comprometidos desde hace años para resolverlos siguen acumulando moho en algún cajón gubernamental.
El domingo que viene hay elecciones en el País Vasco, territorio con el compartimos parentesco -quién de Gumiel no tiene un primo en Basauri-, aficiones -dónde hay más frontones después de Euskadi, dónde se juega más al mus o dónde se busca también cualquier excusa para echar un trago- e intereses. Muchos de ellos vinculados a las infraestructuras; no solo la mejora de la AP-1, también tenemos una conexión pendiente a través de la alta velocidad.
No estaría de más que el próximo lehendakari lanzara un guiño a sus vecinos del sur. De hacerlo, la próxima vez que los leones ganen la Copa del Rey una delegación de los hijos del Cid surcará el Nervión desde la parte burgalesa del río... y a nado, sin gabarra.