Las excavaciones en el nivel TD4 de Gran Dolina, con unos 900.000 años de antigüedad, sacaron a la luz restos de un tipo de oso de las cavernas que, al no coincidir con ninguna otra especie, en Atapuerca decidieron denominarlo Ursus dolinensis, por el lugar en el que fue encontrado. Este planteamiento en el mundo de la ciencia, como casi todo, ha suscitado cierto debate, ya que hay quien en realidad lo sitúa como antepasado del oso pardo y, por lo tanto, en otra línea evolutiva. Hasta ahora solo se había podido estudiar desde un punto de vista morfológico, es decir, por las características de los fósiles. Pero el campo emergente de la proteómica, el estudio de las proteínas antiguas, puede zanjar este y otros debates futuros.
La tesis que hoy ha defendido la investigadora Amanda Gutiérrez Carbajal en el Cenieh ha estudiado y comparado treinta muestras de Atapuerca (10 de Gran Dolina -Ursus dolinensis-, 16 de la Sima de los Huesos -Ursus deningueri- y 4 de Cueva Fantasma) con otras veinte de distintos yacimientos a partir de las proteínas del esmalte dental, un resto que contiene información genética heredable que proviene del ADN. «Lo que tienen las proteínas que no tiene el ADN es que este se degrada muy rápido» y, por lo tanto, es muy difícil de obtener de restos fósiles. Lo que las proteínas permiten es llegar a la información genética aunque no se obtenga ADN, y en concreto en los yacimientos de Atapuerca puede ser un filón:«Todas las muestras tienen una calidad óptima, pero destacaría sobre todo la Sima de los Huesos y por supuesto TD4, que para tener un millón de años hemos obtenido muy buena información», resume.
Su investigación, la primera tesis en este campo emergente, apoya la hipótesis inicial de Juan Luis Arsuaga y Nuria García sobre la línea evolutiva de Ursus dolinensis desde un punto de vista molecular, que se suma al morfológico. «Es una evidencia científica», apunta la investigadora vinculada a la Universidad de Burgos, el Cenieh y el Equipo de Atapuerca.
«Aunque mantiene muchas similitudes con los osos pardos actuales, tiene semejanzas con Deningueri, y Deningueri es considerado parte del linaje Espeloide o de las cavernas», detalla. «Si hacemos un árbol filogenético, Ursus dolinensis estaría situado en la base del linaje de las cavernas, como predecesor de Ursus deningueri y Ursus Spelaeus», resume. «Por lo menos hay un proteoma único que caracteriza a esta especie», añade.
Y no solo eso. Gutiérrez Carbajal plantea su propia propuesta evolutiva. Sitúa a Dolinensis y a Ursus Arctos (el de los osos pardos) con un mismo ancestro común, Ursus etruscus, y a partir de ahí se separan los linajes: pardos y cavernas.
El laboratorio que prepara el Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana permitirá seguir estudiando más especies de osos. «Viendo que se pueden extraer proteínas de un millón de años, es cuestión de ir hacia atrás en el tiempo y ver el potencial con otros linajes y especies actuales».
La tesis Estudio evolutivo del linaje de los osos de las cavernas en la sierra de Atapuerca a partir del paleoproteoma del esmalte dental está dirigida por María Martinón, directora del Cenieh, y codirigida por Elena Santos y Tomás Marquès.