Aún hacía mucho calor, aunque aunque el sol estaba cayendo cuando aquellos labradores de la Ribera regresaban a sus casas después de una ardua y agotadora jornada en el campo. Era el día 8 de julio de 1811 y los esforzados campesinos, camino a Berlangas de Roa, sintieron un súbito ruido ensordecedor, como una gran explosión. Por más que España estuviera ocupada por las tropas napoleónicas y las guerrillas estuvieran haciendo cada vez más daño a los franceses, aquella explosión no parecía obra de artillería. Pronto lo confirmaron: siguiendo el cercano rastro de aquella extraña detonación, de aquel inusitado cañonazo que quebró la calma de la calurosa tarde ribereña, los labriegos se llegaron hasta un enorme socavón en el que vieron, incandescente y humeante, una roca, un pedrusco. Eso no había sido lanzado por nadie: había caído del cielo, como el bólido que el pasado fin de semana surcó los cielos burgaleses para deslumbramiento de quienes asistieron al prodigio.
Lo que vieron los labriegos aquel año de 1811 es uno de los meteoritos más famosos de la historia. No en vano, el estruendo también fue escuchado por las tropas de José Bonaparte que, no muy lejos de allí, se hallaban vivaqueando. «El meteorito alteró la marcha de los soldados franceses porque hace 200 años no sabían qué estaba pasando: si los españoles les estaban atacando con cañones, si era un suceso inesperado o incluso algo de brujería», explicaría hace unos años Jesús Martínez Frías, experto en Meteoritos y Geología Planetaria e Investigador del Centro de Astrobiología (INTA-CSIC).
Sea como fuere, la soldadesca que se encontraba acantonada en Aranda de Duero también se vio alterada por el impacto del meteorito, al punto de que se destacó hasta el lugar el comandante en plaza de la capital ribereña en compañía de algunos de sus hombres. Esa dotación recabó el testimonio de quienes más cerca habían estado del artefacto; realizaron mediciones precisas del enorme boquete que el asteroide dejó en la tierra, y cogieron el mayor número de fragmentos. El responsable de la guarnición arandina envió los más importantes al general Jean Marie Pierre François Dorsenne, que en ese momento no sólo el gobernador de Burgos sino el jefe de las tropas napoleónicas desplegadas en el norte del país.
Primer plano de la copia de la pieza que se llevaron los franceses. - Foto: ValdivielsoComo ha explicado en alguna ocasión el historiador arandino Máximo López Villaboa el meteorito denominado Berlanguillas por el lugar en el que cayó es uno de los más estudiados de la época: «Aranda de Duero era un lugar muy importante estratégicamente, con gran presencia militar, por ser paso obligado entre Madrid y Francia. Apenas ocho años antes había sido descubierto el auténtico origen de los meteoritos y el interés de los científicos franceses por ellos era enorme. La sensibilidad científica del comandante de la plaza de Aranda y del general Dorsenne posibilitó que pudiera aportarse este importante testimonio para el estudio. Dorsenne envió los fragmentos del meteorito y la documentación al Museo del Jardín de Plantas de París, para que fuese estudiado en profundidad».
El Berlanguillas anda repartido por aquí y por allá, entre museos e instituciones científicas (Viena, Londres, Budapest, Berlín). El más grande, que supera el kilo, está depositado en el Museo Nacional de Historia Natural de París. Pero existe otro fragmento se conserva en el Observatorio del Vaticano, en Castel Gandolfo, que atesora de una de las más importantes colecciones de meteoritos del mundo (los grandes especialistas en el espacio han sido italianos: Galileo, Copérnico, Giordano Bruno...). Recaló allí de la mano del Marqués de Mauroy, poseedor de una importante colección de minerales y meteoritos. Hay, asegura López Vilaboa, más fragmentos de menores dimensiones en otras instituciones científicas, ninguna en España.
Sin embargo, desde hace unos años existe una réplica del meteorito en Berlangas de Roa. Esa copia de la condrita del tipo L6 baja en hierro se exhibe en un monolito en el centro del pueblo que dignifica su importancia. En 2011, con motivo del bicentenario de su caída, se estrenó un cortometraje titulado 'Berlanguillas, el meteorito olvidado', donde se cuenta la historia desde la súbita irrupción en tierras ribereñas del fenómeno hasta los actuales destinos en los que están depositados sus fragmentos.
Según la revista Xakata Ciencia, yal y como explica Matthieu Gounelle, investigador del Museo Nacional de Historia Natural de París, las condritas son importantes porque tienen cóndrulos, esferas que se crearon al principio del sistema solar. Estos ejemplares son los meteoritos más primitivos e indiferenciados, lo que aumenta el interés desde el punto de vista científico: Los minerales que los componen han sufrido menos perturbaciones y conservan las claves de cómo era la materia original que formó la tierra y a nosotros mismos».