La celebración del Domingo de Ramos da comienzo hoy a la Semana Santa, pero para algunos feligreses la misma comenzó hace casi un mes, con la preparación de los pasos que saldrán en las procesiones. Son pocas manos, apenas media docena, las que trabajan para dar forma a la pasión de los cientos de creyentes que estos días saldrán a la calle.
Y es que la asistencia a los actos no se corresponde con el compomiso de prepararlos. No es un problema nuevo, sino que se repite cada año, aunque cada vez es más acuciante, hasta el punto de que a falta de cinco días para la procesión aún no hay voluntarios suficientes para asegurar la salida de todos los pasos. Se ha pedido colaboración a las parroquias, pero si no hay respuesta, La Flagelación y El Nazareno no podrán salir por falta de portadores.
Otros años la ayuda ha llegado siempre a última hora y casi de forma improvisada, a través de cursillistas (personas que hacían cursos de cristiandad) o de la comunidad latinoamericana, pero cada vez es un reto más complicado, sobre todo porque en esta ocasión no es un paso, como solía ser habitual en los últimos tiempos, sino dos los que precisan de colaboración. «Feligreses hay muchos y las calles se llenan para ver pasar la procesión, pero nadie asume el compromiso de dejar de ser mero espectador para implicarse más», señala José Antonio San Juan, miembro de la Junta Coordinadora.
«Lo ideal sería que alguien asumiera la responsabilidad de un paso desde antes de Semana Santa, pero a estas alturas, con encontrar quien lo saque ya es suficiente», apunta San Juan. Esa responsabilidad a la que alude implica preparar las plataformas y sacar brillo a las figuras, aunque en este momento la prioridad más inmediata es encontrar manos que aseguren que por lo menos las imágenes verán la luz después de un año de espera.
Para lograrlo, se requieren al menos ocho o diez personas por cada paso, un número bajo comparado con el que haría falta si se portaran a mano, un ‘privilegio’ que en Miranda ha quedado reservado únicamente para el Cristo Yaciente. Es una de las obligaciones impuestas con el paso del tiempo por la falta de voluntarios, como la de concentrar las procesiones únicamente en Viernes Santo, dos medidas que le restan brillo a la celebración.
Se ha perdido fervor, lo que provoca que muchos fieles se desplacen a otras localidades a ver los actos religiosos, y así, poco a poco los de la ciudad siguen perdiendo protagonismo.
Poco lucida
El problema en Miranda no es de falta de tradición. Tampoco de valor artístico porque los pasos locales datan del siglo XVII y XVIII, pero «no lucen tanto porque no hay acompañamiento», asegura San Juan, quien tiene claro que si algunas de las imágenes tomaran parte de las procesiones más concurridas del país, no deslucirían. «Son pasos buenos pero aquí no contamos con los tronos que por ejemplo se ven en Sevilla. Tenemos pasos pero no tenemos lo demás, porque la mayoría solo van acompañados por cuatro o cinco cofrades», lamenta.
En la ciudad, solo existen dos hermandades, la del Cristo Crucificado y el Santo Sepulcro, así como la Cofradía de Nuestra Señora de Los Dolores. A estas agrupaciones se suman otras como la Cofradía de San Antón, las Damas de la Soledad (grupo de mujeres que sacan a la calle la Virgen de la Soledad) o la Agrupación de Trompetas y Tambores de Miranda, que lleva el acompañamiento del Cristo Crucificado.
Su empeño, aunque apasionado, es insuficiente. La falta de relevo generacional amenaza a una Semana Santa mirandesa en la que solo se implican «los de siempre» y que si mantiene la tendencia actual, en unos años quedará reducida a la mínima expresión. Solo queda tener fe y confiar en que un año más, a última hora, llegarán las manos necesarias.