Laia, Odile, Oliver, Kevin... los hijos del terruño

I.P./ Villamayor de los Montes
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Villamayor de los Montes presume de haber incrementado su censo en los últimos dos años con 4 retoños de dos parejas del pueblo. «Somos los verdaderos repobladores», dicen los padres

Villamayor de los Montes pasó 14 años sin registrar un nacimiento hasta que la llegada de Laia y Óliver, primero, y Odile y Kévin, después, incrementó el censo. - Foto: Miguel Ángel de la Cruz

Apenas tienen dos años, pero Laia y Oliver son los mayores, los 'grandes'. Ellos van andando o con su bicicleta, que la manejan ya con estilo, mientras sus respectivos hermanos Odile y Kevin, de 6 y 4 meses, están agustito en sus cochecitos ajenos a lo que pasa en su entorno. 

Los cuatro son la alegría de Villamayor de los Montes, los hijos, nietos, sobrinos de todos los vecinos, porque en el pueblo los lazos familiares son muy estrechos, pero sobre todo porque hasta que nacieron Laia y Oliver, se habían pasado 14 años sin disfrutar de bebés por sus calles. Al contrario, lo más habitual es ver envejecer cada día más a su gente. Villamayor tiene un censo que ronda los 160 habitantes, aunque los fines de semana recibe a muchos más, sobre todo a jóvenes que residen en Burgos y que llenan de más niños el pueblo.

Y si ya fue una satisfacción la llegada de Laia y Oliver, el nacimiento este mismo año de sus hermanos ha desbordado al pueblo de entusiasmo, porque pocas localidades de la provincia pueden presumir de contar en dos años con cuatro retoños más que incrementan su población, a los que habría que añadir, además, otros tres chavales de entre 6 y 9 años, de dos familias foráneas que se han instalado en la localidad, una de ellas para gestionar el bar y otra que también ha encontrado trabajo en la zona.

Los padres de Laia y Odile, Rebeca Tomé y Mario Hernando, y de Oliver y Kevin, Sara Nebreda y Erik Hernando, no han tenido que hacer las maletas, al menos no ellas, que son nacidas y criadas en Villamayor, de donde solo han 'faltado' durante sus estudios y algunos trabajos puntuales fuera hasta que lograron establecerse definitivamente en la zona. Las dos trabajan en Lerma, Rebeca es la enóloga de Bodegas Nabal y Sara, enfermera de la residencia de mayores Virgen de Manciles. Ambas son, además, amigas de toda la vida, «casi hermanas», dicen, y sus vidas han discurrido paralelas.

Lo de hermanas ya no es solo una frase hecha de alguien que ha compartido juegos, colegio en el pueblo, instituto en Lerma, cuadrilla, fiestas... sino que forman parte de la misma familia porque sus maridos son hermanos. Ellos son de Valdorros, aunque han vivido en Burgos y en varios pueblos de la comarca hasta recalar en Villamayor. Al igual que ellas, también trabajan en Lerma, Erik en un almacén y Mario, en el estanco con sus padres, que compatibiliza con el vacuno al haberse asociado con Andrés Gómez, que hace un par de años estableció su explotación de ganadería regenerativa en Zael.

Ambas parejas se han construido sus viviendas en el pueblo y están felices de vivir en él. ¿Donde mejor? dice Rebeca, que añade que quiere para sus hijos lo mismo que tuvo ella en el pueblo, comenzando por la libertad y la naturaleza, privilegios de un valor incalculable. Sara asiente y ambas entienden que son afortunadas porque Villamayor está bien situada, al pie de la N-I, y a apenas 10 minutos de Lerma, donde tienen todos los servicios que necesitan. Sí, acaso ponen un pero, que cuando ellas eran niñas aún había escuela y ahora sus hijos tendrán que trasladarse a Lerma a estudiar desde el inicio, aunque para las dos familias no supone un problema; de hecho Laia Oliver ya van a la guardería, y después viajarán en el transporte escolar, servicio que también se ha recuperado después de años sin niños a quien trasladar a Lerma. 

«Nosotros sí somos los repobladores de la España vaciada», afirman con orgullo los matrimonios que creen que si se lucha, los pueblos pueden crecer y atraer gente, eso sí, mirando más allá de sus pequeños límites y concibiendo el entorno como una comarca que abre las posibilidades de trabajar a los que quieren quedarse. Ellos son un ejemplo porque no son muchos los que a su edad -están entre los 30 y 33 años- tienen la suerte de trabajar y residir en la comarca, pero están convencidos de que si hubiera industria y empleo en otros sectores, más jóvenes se quedarían en Villamayor y en el entorno.

Los cuatro, por otra parte, están comprometidos con el pueblo. Erik es el alcalde y Rebeca, concejala, de tal manera que desde el Ayuntamiento, pero también en los ámbitos social, festivos y cultural trabajan para que los vecinos de Villamayor tenga servicios y prestaciones y disfruten de la mejor calidad de vida.

Un ejemplo es el bar inaugurado en julio; la corporación tomó la iniciativa de adecuar para ese uso las antiguas escuelas ante la jubilación de los cantineros y seguir teniendo así un lugar de encuentro de los vecinos. Vamos, que ahora mismo los 6 están instalados en la más absoluta felicidad. Mario además disfruta aún de su baja paternal, al igual que Sara que en dos meses 'cambiará' a sus pequeños por los mayores de la residencia.