50 años de lucha por la igualdad

M.F. (SPC)
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La ONU conmemora desde 1975 esta jornada de reivindicación de derechos de la mujer, un día que en España tuvo esperar hasta 1978

50 años de lucha por la igualdad - Foto: Imagen de freepik

El movimiento se demuestra andando pero a veces es necesario hacer una pausa para observar el trayecto recorrido con la vista puesta en lo que está por venir. En el camino hacia la igualdad, hace 50 años se instauró una jornada para reivindicar los logros conseguidos y recordar que aún queda mucho andar. Fue en 1975 cuando la Organización de Naciones Unidas celebró por primera vez el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer. 

En aquel momento, en España todavía imperaba la dictadura y aunque tras la muerte de Franco se produjeron algunas concentraciones feministas, la primera manifestación del 8-M tuvo lugar en 1978, cuando miles de mujeres salieron a las calles para reclamar «un puesto de trabajo sin discriminación».

Desde entonces se han dado importantes pasos en materia de legislación sobre igualdad, así como, de integración de la perspectiva de género en las políticas públicas. Estos avances han aupado a España hasta el puesto número 4 de la Unión Europea, según el informe anual del Instituto Europeo de la Igualdad de Género (EIGE). Sin embargo, todavía quedan asignaturas pendientes en lo que respecta a la brecha salarial, el techo de cristal, la segregación del empleo. 

El año 2024 cerró con un récord histórico de empleo femenino, con más de 10,1 millones de afiliadas a la Seguridad Social, lo que representa el 47,4 por ciento del total de ocupados en el país. Pero, a pesar de la caída del paro, ellas continúan siendo el 60 por ciento de las personas desempleadas. 

Si bien es cierto que la presencia creciente en el mercado de trabajo y los niveles educativos y de formación son tendencias alentadoras, las mujeres siguen siendo mayoritarias en sectores peor retribuidos y están infrarrepresentadas en los puestos de mayor responsabilidad. 

En el terreno laboral, la segregación puede ser tanto horizontal como vertical. La primera se refiere a la concentración desigual en ocupaciones y sectores económicos, de forma que hay sectores con una mayoritaria presencia femenina, como la sanidad, la enseñanza, los cuidados asistenciales, o el servicio doméstico, frente a otros principalmente ocupados por hombres, como la construcción, el transporte o la tecnología. Por otro lado, la segregación vertical tiene que ver con el acceso a los niveles directivos en las empresas. En este punto, la Cámara de Comercio publicó esta semana un estudio que revela que el 34,4 por ciento de las empresas españolas no tiene a ninguna mujer en su equipo directivo y solo un 8,2 por ciento de las sociedades cuenta con una dirección íntegramente femenina. Según este informe, la presencia de mujeres en puestos de dirección es más común en las empresas más pequeñas y en los sectores de turismo y hostelería, mientras que el indicador más bajo se da en la construcción, donde un 68 por ciento de las compañías no tiene ninguna directiva. Estas cifras muestran que el techo de cristal todavía no se ha roto, tal y como se refleja en otro dato que se extrae del Observatorio de la mujer profesional, según el cual la mitad de las mujeres españolas no ha ascendido nunca en su trabajo aunque siete de cada 10 aseguran que les gustaría ascender, independientemente del rango de edad y de si tienen o no hijos a su cargo. 

Otro de los desequilibrios pendientes de corregir tiene que ver con brecha salarial, que si bien se ha reducido en casi siete puntos en la última década, al ritmo actual tardará al menos 25 años en cerrarse en España. De acuerdo con la última encuesta de estructura salarial, las ganancias medias anuales de los hombres ascendieron a 29.381,84 euros, mientras que las de las mujeres fueron de 24.359,82 euros. De media, por cada euro que de salario que ingresa un hombre, la mujer percibe 91,3 céntimos.

A la luz de estas desigualdades, sigue siendo necesario recordar el 8 de marzo que aún queda mucho por hacer. Por ello, el movimiento feminista volverá a las calles, aunque en España lo hará dividido. 

Dos corrientes

Las protestas del 8-M se vienen sucediendo desde 1978 pero no fue hasta comienzos del siglo XXI cuando se celebraron algunas citas históricas. 

Hasta 2016, las manifestaciones apenas congregaban a decenas de asistentes, siendo la marcha de Madrid la más concurrida, pero el año siguiente se convocó por primera vez el paro internacional de mujeres en forma de huelga laboral, de cuidados y de consumo y entonces fueron miles de personas las que tomaron las calles de todo el país. Pero uno de los momentos clave llegó en 2018, cuando tuvo lugar una huelga histórica a la que se sumaron cientos de miles de personas en más de un centenar de ciudades. La jornada de 2019 será recordada por el grito de hermana yo sí te creo, por la violación grupal a una joven en Sanfermines que conmocionó a la sociedad.

Tras el parón derivado de la pandemia, el feminismo comenzó a escenificar su división por la diferencia de criterio en torno a la conocida como ley trans, la prostitución o los efectos indeseados de la ley del sólo sí es sí. Y desde 2022, las dos corrientes imperantes han marchado por separado en la capital. La división del movimiento ha reducido notablemente la asistencia a las convocatorias respecto a la época en la que reinaba la unidad.