Esther García lleva 12 años eludiendo todo protagonismo y de ningún modo pretende ahora acaparar ningún foco mediático. Eso que vaya por delante. Pero advierte de que se siente «dolida, muy dolida», porque ninguno de los dos actos de reconocimiento a las víctimas del terrorismo que han tenido lugar en Burgos ha distinguido a su hijo Carlos Sáenz de Tejada, asesinado el 30 de julio de 2009 en Palmanova (Mallorca). Y no solo se acuerda de su hijo, tampoco entiende «por qué no ha sido condecorado» José Antonio Ortega Lara, que estuvo secuestrado por ETA 532 días.
Es cierto, y también le ha llegado a ella, que en el acto del viernes de la Junta el nombre de su hijo fue recordado y que ayer el alcalde de Burgos, Daniel de la Rosa, también lo citó en su discurso, pero afirma que «no es lo mismo que ser distinguido de manera formal en un homenaje que además es en su ciudad natal». Reconoce que Carlos Sáenz de Tejada ha recibido «numerosas distinciones y muestras de cariño» a lo largo de los últimos años, pero le hubiera hecho ilusión que «fuera oficialmente recordado en estos homenajes celebrados en Burgos».
Ni siquiera sabe si hubiera ido al acto porque «no» le «gusta estar en primer plano», pero habría agradecido una llamada para decirle que su hijo iba a ser distinguido. Ahora bien, quiere dejar claro que ella valoraría «todavía más» que los asesinos de Carlos fueran detenidos y juzgados, porque aquel atentado, sí, lo cometió ETA, pero ningún miembro de la banda se ha sentado en el banquillo de los acusados por ese doble asesinato. «Me interesa más que descubran a los autores y los metan en la cárcel que cualquier reconocimiento», comentó a este periódico.
Es que de los más de 800 asesinatos que cometió la banda terrorista aún hay 300 que no se han resuelto, y uno de ellos es el de Carlos Sáenz de Tejada, un burgalés que -recuerda su madre- «solo llevaba una semana como guardia civil» cuando estalló la bomba que acabó con su vida. Tenía solo 28 años y acababa superar el proceso de prácticas para incorporarse al Cuerpo con todas las de la ley. Y el 30 de julio de 2009 una bomba lapa situada en los bajos de un coche patrulla de la Guardia Civil enfrente del cuartel de Palmanova segó su vida.