Las modernas de provincias

ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
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Entre 1915 y 1936 no menos de una decena de jóvenes dejaron atrás Burgos y se fueron a Madrid a estudiar a la universidad y convertirse en profesionales independientes. Lo hicieron gracias a la Residencia de Señoritas

El Laboratorio Foster, donde las estudiantes de Farmacia y Químicas que vivían en la Residencia hacían prácticas, fue dirigido por la burgalesa Carmen Gómez Escolar entre 1931 y 1935. - Foto: Fundación Ortega Marañón

El 22 de diciembre de 1926 una noticia cultural ocupó la mitad de la portada de este periódico. No era para menos. El día anterior había estado en la ciudad María de Maeztu invitada por el Ateneo de Burgos para hablar de educación, y, a esas alturas, aquella maestra menuda y de pelo corto (tan a la moda en aquel momento) era una auténtica institución en todo el país. Desde hacía una década dirigía con mano firme y un éxito impresionante la Residencia de Señoritas, un espacio que acogió a jóvenes mujeres de todas las provincias de España para que pudieran estudiar en la universidad y formarse un futuro profesional. No tuvo mal ojo el director de entonces, Ignacio Albarellos, a la hora de encargar la crónica del evento, pues se la pidió a una jovencísima María Teresa León, que aún firmaba en estas páginas con su seudónimo, Isabel de Inghirami. Más adelante, cuando tras su fallido matrimonio León se trasladó a Madrid con su pariente, la intelectual María Goyri, las mujeres se volverían a encontrar en aquel espacio de cultura, en el corazón del barrio madrileño de Chamberí, que vio nacer a la primera generación de españolas independientes.

«María de Maeztu es la representante en España del arte de educar. La residencia que dirige desde hace tantos años es la realización de algo que parecía imposible -escribía León entonces-. La siembra de María de Maeztu ha sido fecunda. A brazo y a voleo, con gentil ademán femenino, lanzó un sistema educativo que ahora se transforma en hermosa cosecha de mujeres nuevas que conocen todos sus valores». Mujeres nuevas. No podía ser más preciso el concepto que utilizó María Teresa, pues la Residencia de Señoritas dio la oportunidad a cientos de jóvenes de todas las provincias españolas de emanciparse y distinguirse, por tanto, de las generaciones anteriores.

Casi con toda seguridad que Simón de Juan y Seisdedos estuvo en aquella charla de diciembre del 26 por la que, por cierto, María de Maeztu cobró un tercio de su caché después de que María Cruz Ebro, secretaria del Ateneo, le escribiera contándole las estrecheces económicas que pasaba la entidad en una carta que conserva la Residencia y que reproducimos aquí. De Juan era el director de la Escuela Normal de Maestros de Burgos  y conocía bien a De Maeztu. Solo un año después de la inauguración de la Residencia, en el curso 1916-1917, envió allí a su hija Carmen a preparar el ingreso en la Escuela Superior de Magisterio y fueron varias las misivas que se intercambiaron padre y directora con detalles sobre las andanzas de la joven. Algunas han sido recogidas en Ellas. Las estudiantes de la Residencia de Señoritas, de Encarnación Lemus, obra que recibió en octubre el Premio Nacional de Historia, entre otras razones por ser «una biografía coral, escrita con gran elegancia y con un enfoque original; un retrato generacional y socioprofesional de aquellas españolas que protagonizaron una auténtica revolución. Mujeres que rompieron moldes, nutriendo las primeras vanguardias de profesiones hasta entonces vetadas a la presencia femenina».

Las protagonistas son las que la autora llama 'modernas de provincias' y, de hecho, su libro es todo un rosario de cartas que iban y venían no solo de y a Burgos sino a Almería, Badajoz, Avilés, Las Palmas, Pamplona, Zamora, Valladolid o Vitoria narrando las vidas de unas chicas que se atrevieron, con el apoyo de sus familias -muy en especial de sus padres que eran, entonces, quienes tomaban las decisiones de calado-, a saltarse las convenciones que para ellas reservaba aún una sociedad muy corta de miras con respecto a las mujeres. De hecho, en 1915, año de la apertura de la Residencia al calor de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE)y con el influjo de la Institución Libre de Enseñanza, solo hacía cinco años que  las españolas accedían libremente a la universidad.

Volvamos con Carmen de Juan, probablemente la primera burgalesa en pisar aquel hotelito -así se llamaba entonces- tan primorosamente decorado e higiénico, diseñado con todo detalle para estudiar con comodidad, donde estuvo hasta 1923 con otras chicas que comenzaban carreras universitarias, en su mayoría Filosofía y Letras, Farmacia, Química y, en menor medida, Derecho. Parece, según se desprende de la correspondencia entre don Simón y doña María,  que Carmen tenía más interés en divertirse que en otra cosa pues tardó varios años en obtener su ingreso en Magisterio aunque cuando lo hizo le puso empeño y en 1927 entró en el cuerpo de Profesoras Auxiliares de Escuelas Normales.

La joven se casaría con José de Benito, catedrático en la Universidad de Salamanca y cofundador con Manuel Azaña de Acción Republicana. «De manera que Carmen de Juan, una joven inquieta que se tomó sus estudios con cierta calma y que provenía ya de una familia ilustrada consolidó su pertenencia a la España liberal y republicana (...) compartiendo el destino amargo del republicanismo liberal español», narra Encarnación Lemus , pues en 1939 tras la Guerra Civil Carmen y Juan de Benito se exiliaron a Colombia, México y Francia. Muchas residentes seguirían el mismo camino.

En los mismos pasillos que albergaron las habitaciones donde se alojaron Carmen y sus compañeras se encuentra ahora una exposición permanente que recorre las vidas y obras del filósofo José Ortega y Gasset -cuya hermana Rafaela fue un apoyo imprescindible de María de Maeztu- y del médico Gregorio Marañón. Y es que la Fundación Ortega-Marañón, que guarda el legado de estos dos grandes nombres de la Edad de Plata española y también el de la Residencia de Señoritas, tiene su sede en los dos edificios históricos, un palacete de finales del XIX y una impresionante construcción racionalista de los años 30, obra del arquitecto Carlos Arniches, que alojaron a aquellas pioneras. Allí se encuentra su archivo, algunos muebles que utilizaron las jóvenes, una placa que recuerda el espacio donde estuvo el Laboratorio Foster donde se aprendía química y procesos farmacéuticos y obras de artes de algunas de las más insignes residentes como la artista Maruja Mallo. 

Porque aunque la mayoría de las estudiantes no han pasado a la posterioridad, unas cuentas lo hicieron a lo grande. En su nómina de ilustres aparecen la filósofa María Zambrano, las abogadas y diputadas Victoria Kent y Clara Campoamor, Rosa Chacel o las artistas Maruja Mallo, María Blanchard y Delhy Tejero.

Desde Burgos y su provincia llegaron, al menos, una decena de muchachas, dos de las cuales tuvieron, además del estatus de residentes y estudiantes, otras responsabilidades en aquel entorno. Carmen Gómez Escolar, de cuya trayectoria académica este periódico dio puntual referencia a principios del siglo pasado, dirigió entre 1932 y 1936 el Laboratorio Foster de la propia institución, denominado así en honor de Mary Louise Foster, bioquímica estadounidense que llegó a España a dirigir el International Institute for Girls in Spain, cuyo vínculo con la Residencia de Señoritas fue muy estrecho y propició viajes de estudiantes españolas a Estados Unidos. El 11 de febrero de 1930 y bajo el título 'Los triunfos de una señorita burgalesa' se contó en DB que Gómez Escolar, que había hecho Farmacia en Madrid y se doctoró con premio extraordinario, se había incorporado como «socio numerario» en la Real Sociedad Española de Física y Química y que en esa misma sesión había leído un trabajo suyo sobre la determinación del arsénico en los medicamentos orgánicos. 

De Miraveche a Madrid llegó Felisa Martínez a estudiar Medicina y especializarse en Ginecología y Puericultura. Durante años fue la encargada de la salud de las residentes y de los niños del Instituto Escuela, centro de segunda enseñanza puesto en marcha también bajo los auspicios de la JAE. Las hermanas Ernestina, María Luisa y Paula González Rodríguez hicieron ese viaje desde Medina de Pomar, y  Pilar Fernández Vega, desde Villadiego. Todas estudiaron Filosofía y Letras y fueron archiveras y bibliotecarias, Fernández Vega, de hecho, fue la primera conservadora de un museo en España y directora del Museo de América.

El 9 de julio de 1936 este periódico anuncia la apertura de la matrícula para el curso 36-37 en la Residencia, pero nueve días después comenzó la guerra tras el fracaso parcial del golpe de Estado. Nunca más abrió sus puertas. En sus instalaciones se acomodó la residencia Teresa de Cepeda dirigida por la Falange. El legado de aquellas señoritas permaneció oculto hasta los años 80, cuando fue recuperado de unas cajas olvidadas. Su contenido aún es base de muchas investigaciones que siguen descubriendo protagonistas de uno de los grandes episodios de emancipación femenina de España.