El Burgos venía de ganar el jueves al Real Oviedo y de anotarse la primera victoria como visitante, lo que serenaba los ánimos después de haber sumado anteriormente 1 punto en dos encuentros ante rivales directos, Alcorcón (1-0) y Lugo (1-1). Se temía la visita del Huesca, un recién descendido que no había comenzado bien, pero que era uno de los aspirantes a todo.
Se habían disputado 11 jornadas y el equipo comenzaba a asentarse en la categoría. Muchos de los jugadores ya habían superado el necesario periodo de adap- tación a las nuevas y exigentes circunstancias.
Aquella tarde El Plantío comenzó a ser consciente de su fuerza, de su importancia y también confirmó que esa temporada Valcarce iba a ser una pieza imprescindible en el conjunto burgalesista.
Los aficionados disfrutaron de un partido que se torció en el minuto 13 con un gol de carambola. Pero el paso de los minutos provocó que el Burgos se fuera desprendiendo de sus complejos y que la fuerza del grupo se impusiera a las individualidades.
Roberto Alarcón, que jugó su único partido como titular de la campaña, dio el pase del empate. Valcarce remató de cabeza yAndrés Fernández, portero del Huesca, hizo el resto.Se llegó al descanso con este resultado, pero la sensación es que el Burgos estaba un paso por delante.
El Plantío estalló en el 76 en una rápida transición de los de casa que condujo de forma magistral Mumo y que finalizó Valcarce con un golazo, en el que primero se acomodó el balón con el tacón y después lo puso en la escuadra. La guinda, una rápida contra en el añadido que mando a la red Álvaro.
Se pudo ver a un Burgos más maduro, con una personalidad propia que posteriormente se fue arraigando con el paso de los partidos. Aquella victoria ante uno de los grandes nombres confirmó que la escuadra blanquinegra estaba en el camino correcto y puso las bases para que El Plantío se convirtiera en un fortín.
Precisamente eso es lo que pretende hoy el equipo, recuperar aquel sentimiento y lograr una victoria que tendrá otro significado que el pasado curso, ya que el Burgos, sin ser Goliat, ya no es aquel pequeño David con su diminuta honda.