Jarocho tomará la alternativa este año tras su éxito en Madrid

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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Es la intención del espada de Huerta de Rey después de haber salido por la puerta grande de Las Ventas y ser declarado el mejor novillero de la feria de San Isidro

A hombros y aclamado por una multitud enardecida: así salió el burgalés por la puerta grande de la plaza de toros más importante del mundo. - Foto: Plaza 1

Aún resuenan, en lo más profundo de su interior, en esa alma suya tan torera e insondable, los olés que que se elevaron al cielo de Madrid mientras sobre la arena de Las Ventas él dibujaba sueños con la muleta en el aire cálido de la tarde. El toreo es un ejercicio de orden espiritual, dijo en cierta ocasión el mito  Juan Belmonte, genio de Triana, y hubo mucho de esa mística interior, de ese misterioso equilibrio, en la faena que Jarocho cuajó en San Isidro: merced a ella salió por la puerta grande de la plaza de toros más importante del mundo, lo que le ha valido el título de mejor novillero de la feria madrileña. El chaval de Huerta de Rey, hijo y nieto de toreros, tiene los pies en la tierra pero todos los sueños en el aire, intactos. Y posee ambición para lograrlos. Salir triunfador de Las Ventas es un pasaporte al éxito, y un  paso decisivo para alcanzar su más ansiado deseo: convertirse en matador de toros. Aunque aún no tiene fecha ni lugar, el burgalés avanza a este periódico que su intención pasa por tomar la alternativa esta misma temporada, entre agosto y septiembre, «en alguna feria con un cartel bonito y en una plaza bonita». 

Está feliz Roberto Martín, Jarocho, con el reconocimiento. Y lleno de ilusión por lo que está por venir, aunque mantiene muy vivo el recuerdo de esa tarde de mayo. Una tarde de gloria. La tarde que abrió la puerta de su futuro. A hombros y entre una multitud enardecida. «Estoy muy contento. Al fin y al cabo es por lo que uno trabaja día a día; por lo que sueña.Salir por la puerta grande de Las Ventas es una sensación muy bonita que ayuda a creer más en ti. Son sensaciones inolvidables», confiesa el novillero. No fue la suya una faena sencilla; más al contrario, tuvo enfrente a una animal que lo desafío hasta el límite, pero al que supo dominar, estableciendo una conexión que alcanzó su clímax con unos naturales puros, llenos de calidad y verdad, que ya son memoria de quienes asistieron al baile sobre el albero.

«Hubo una primera parte en la que el novillo no puso las cosas fáciles y en la que tuve que tirar de entrega y de raza; y una segunda parte en la que pude torear con la mano izquierda como siento y en la que el animal sacó un buen fondo. Creo que es cuando llegó el punto más alto de la faena, y cuando la gente se rompió y emocionó». Fue, en ese momento, en aquellas tandas de naturales, donde Jarocho se sintió el torero que lleva dentro, el que sueña con ser, el que es casi desde la cuna. «Fue como siento el toreo, como cada día lo interpreto toreando de salón. Por momentos pude evadirme de la técnica, olvidarme de todo, y me entregué al sentimiento y a la pasión. Creo que es lo más bonito de esta profesión: escuchar a tu alma lo que te dice y hacerlo. Todo lo que sentí fue precioso. Esos olés de Madrid... Y rematarlo saliendo por la puerta grande fue inolvidable».

Reconoce el diestro burgalés que pisar la arena de Las Ventas «impone mucho respeto. Allí todo lo que se hace tiene mucha seriedad. Y desde que llegas, y la ves tan grande...Es imponente, pero es en plazas como esa donde sueño con triunfar, donde me siento a gusto. Escuchó los olés -dice que es imposible no escucharlos en un teatro como el madrileño- fuertes, sonoros. Le entraron por los oídos pero le recorrieron todo el cuerpo, como un escalofrío. «Sentir que la gente se emociona con tu toreo es algo muy especial». Claro que tuvo vértigo y miedo Jarocho.Ese miedo consustancial a su profesión, plena de riesgos. «Siempre se pasa miedo.Todas las tardes. Pero en plazas como Las Ventas mucho más. Desde los días previos, y ya no digamos las horas previas al festejo.Pero esto es lo bonito del toreo: ser capaz de superar todos los temores, sobreponerte a ellos. Pero sin miedo, nada tendría sentido», apostilla con la asombrosa madurez que exhibe desde que, siendo un niño -sólo tiene 19 años- decidió que quería ser torero. 

¡torero! Las dos orejas y la vuelta al ruedo de aquella tarde, y el título de mejor novillero de la feria, han sido el acelerante para vislumbrar la alternativa esta misma temporada. «Yo me siento torero siempre. Y me sentí torero aquella mañana, cuando me levanté sabiendo que iba a torear en la plaza de toros más importante mundo; me sentí torero haciendo el paseíllo; durante toda la tarde. Pero es que me siento torero todos los días. Es verdad que verte a hombros, rodeado de tanta gente, fue algo tan bonito y especial que me sentí más torero que nunca. Lo que conseguí es algo muy dfícil, y  al ver que había sido capaz de hacerlo, disfruté de una manera especial.En torero. Por eso la intención es acabar el año como matador de toros. Tomar la alternativa pronto y poder torear corridas de toros, aunque haya ferias que estén ya bastante avanzadas. Pero sí me gustaría tomarla. Y, una vez tomada, poder tener continuidad y seguir toreando».

En la memorable tarde de mayo estuvo acompañado por su padre, Jarocho también, como banderillero; y por su abuelo, el Jarocho que inició la saga huertaña, en la memoria y en el corazón (falleció hace un año). «Mi padre disfrutó mucho. Pasamos mucho tiempo juntos, entrenamos todos los días juntos, siempre intentando evolucionar, corrigiendo matices, buscando cosas nuevas... Él es conocedor de toda la lucha y para él fue también bonito ver a su hijo salir a hombros en Madrid y acompañarme de banderillero. Disfrutamos mucho juntos con la faena y la puerta grande». Cuando salió del coso y vio cómo se abrían las puertas del primer templo taurino mundial, y cómo la calle Alcalá estaba hasta arriba de aficionados que lo jaleaban, Jarocho se sintió especial. «Es algo difícil de explicar con palabras. Fue tan emocionante... Espero que todo esto sea el comienzo de una larga carrera.Esta es una profesión de fondo, y yo lo que busco es ser un torero importante, que dure muchos años. Queda mucho por recorrer pero espero que cada día se vea una evolución y que el público se siga ilusionando conmigo. Ojalá algún día pueda torerar como realmente siento el toreo», concluye.