Un nuevo comienzo para Paula en las viñas de Nava

L.N. / Aranda de Duero
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A sus 36 años, ha decidido dedicarse de forma profesional al campo, una labor que compaginará con el estudio de oposiciones de magisterio. El debut ha sido por todo lo alto con la vendimia

Paula Francisco comenzaba hace unos días con la vendimia. - Foto: DB

Las raíces tiran... y mucho.Que se lo digan a Paula Francisco. Esta joven, natural de Nava de Roa, ha apostado por lo que conoce desde pequeña: las viñas. A sus 36 años, ha decidido dar un giro a su carrera y dedicarse de forma profesional al campo, una labor que compaginará con el estudio de oposiciones de magisterio. El debut ha sido por todo lo alto, con la vendimia, que ha arrancado esta semana y aunque la lluvia ha obligado a parar varias veces, ella se muestra contenta. «Es un nuevo comienzo», afirma al tiempo que va cortando racimos. Nuevo porque, aunque suma unas cuantas campañas a sus espaldas, esta vez  lleva la batuta en una explotación que supera la treintena de hectáreas, todas en Nava de Roa. 

Hasta ahora lo habían gestionado sus padres y por el devenir de la vida, Paula ha dado un paso al frente. Asegura que en el campo se siente a gusto y destaca que esto le permite continuar con un proyecto que su familia ha sacado adelante «poco a poco» y «con mucho esfuerzo». Cuenta que su padre conducía autobuses y que luego lo dejó por el viñedo. Le gustaba el campo y vio potencial en la Ribera del Duero. No se equivocaba. Hoy la denominación de origen se halla más que consolidada y con un creciente prestigio internacional. Así, de forma paulatina fueron comprando terrenos, sobre todo de gente que se jubilaba y hoy la familia posee tanto viñas antiguas como otras más nuevas, de unos cinco o seis años. «Mi padre nos transmitía siempre el cariño a las viñas y al campo. Hacía muy agradable la vendimia y yo también quiero transmitir eso mismo, que la gente venga a trabajar a gusto, en buena armonía», remarca Paula.

De hecho, uno de los recuerdos más bonitos que atesora de esta época, la más importante de todo el año para los viticultores, tiene que ver con los almuerzos que degustaban «todos juntos» y el humor con el que afrontaban la labor, algo que mantiene con la cuadrilla que tienen contratada para la ocasión. 

Además de echar una mano en casa desde hace años, Paula suma una experiencia de ocho años como veedora en el Consejo Regulador, así que hay ciertas gestiones que ya tiene más que asumidas. Asimismo, allá donde va lo hace acompañada de un cuaderno de campo, donde anota todo tipo de cuestiones y, sobre todo, «pregunto mucho a la gente del pueblo que llevan toda la vida trabajando en el campo, porque al final son los que más saben», añade, consciente de que existen «muchas diferencias» entre unas parcelas y otras. 

Una vez que finalice la vendimia, donde por ahora no han sufrido problemas para encontrar personal, según apunta la viticultora, compaginará el estudio de oposiciones con el campo. «La vida me ha traído a vivir a Aranda y dije porqué no. Quería un cambio y, además, es que las viñas me gustan», subraya la treintañera, que ha cursado los grados de Magisterio de Educación Infantil y Primaria en la Universidad de Burgos. 

Ella siempre ha estado «muy ligada» a la Ribera del Duero y con este paso aspira a mantener el vínculo. De hecho, afirma rotunda que no le gusta el término de España Vaciada y espera poner su granito de arena para que «deje de existir».