Una coqueta terraza a medio montar -las inclemencias meteorológicas impiden por el momento añadir la decoración prevista- un asador reluciente a la espera de cocinar suculentas chuletas y pescados y una barra con pinchos y bollería variada anuncian lo que los vecinos de Lences ansiaban desde hace meses: el hostal rural ha abierto sus puertas tras permanecer meses cerrado. La buena mano de Kristhina Algara en la cocina ya es famosa entre la veintena de residentes una semana después de inaugurar el negocio. Las tortillas de patata «básicas, solo con cebolla», comenta la empresaria, se han ganado el reconocimiento más allá de las fronteras del pueblo y ya son muchos los madrugadores que paran en el bar a degustarlas.
Orlando Cardona, su marido, también se deja ver desde primera hora en el local, y con la simpatía que le caracteriza da los buenos días a sus nuevos paisanos, incluso a los gatos que se apoderaron de la zona exterior cuando cerró y que cada mañana regresan a ver si «pescan algo que llevarse a la boca», bromea. El matrimonio no llega solo. Sus hijas Camila y Paola, de 15 y 12 años, respectivamente, y el abuelo Humberto les acompañan en esta nueva aventura que promete grandes y esperados cambios.
El estresante ritmo de vida en Leganés pudo con su paciencia. Él llegó de su Colombia natal hace treinta años y montó una empresa de construcción que todavía gestiona. Ella hace poco más de año y medio, aunque procede de Venezuela, el tiempo suficiente para darse cuenta de que una ciudad con casi 200.000 habitantes no era la mejor opción para resurgir y criar a sus hijas.
El matrimonio acondicionará una estancia de la casa rural como sala de teletrabajo
Internet y el proyecto Arraigo brindaron a la familia la oportunidad que necesitaba para comenzar una nueva vida. Contactaron con Carmen, la técnica que asesora a los interesados en instalarse en la zona de la Bureba -y parte de las Merindades- y a partir de ahí «todo sucedió demasiado rápido», afirman los hosteleros. De entre las opciones existentes, la gestión del bar, el restaurante y la casa rural de Lences cumplía los requisitos exigidos porque «el contrato incluía la vivienda», puntualizan. Un domingo «a lo loco» se presentaron en el pueblo para conocer las instalaciones. Tras la visita quedaron fascinados de las posibilidades que ofrecía el espacio -también de las castañas asadas que degustaron en Poza- y no dudaron en lanzarse al vacío. Cambio de residencia, de colegio, de trabajo... todo para ganar en calidad de vida.
Las jovencitas acuden al instituto de Briviesca en el bus escolar encantadas con sus «nuevos compañeros» y el matrimonio prepara desde primera hora los menús del servicio de comidas. Sus propuestas incluyen platos típicos de sus países, como las arepas, empanadas y papas rellenas. También asados de carnes y pescados bajo reserva. Próximamente contarán con un listado de suculentos productos de pastelería que pondrán a la venta por encargo y planean ofrecer un salón a celebraciones.
Alojamiento. La primera planta del inmueble dispone de cuatro dormitorios en alquiler y una zona común que pretenden acondicionar como espacio para teletrabajar. Los primeros huéspedes ya se han acomodado y la pareja confía en ocupar las habitaciones a diario con trabajadores. En julio, la familia recibirá a la hija mayor, a su marido y al bebé de ambos, que también residirán en el pueblo.