Si a uno (o una) le sueltan ayer junto a la barra de una peña, con las pelusas volando a su alrededor, el humo de la parrilla impregnando la camiseta, codeándose con decenas de personas y sudando por las altas temperaturas le costaría identificar que, siendo la fiesta del Curpillos, aquello no fuera el Parral. En algunos aspectos la jira de ayer en la Quinta resultó muy similar a la de todos los años; e igual de abarrotada. Y sin embargo fue completamente diferente por el tipo de arbolado y las calles para transitar por el paseo, la distribución de peñas y mercadillo, la ubicación de la fiesta en otra zona de la ciudad y los accesos, quizá lo más conflictivo del eventual emplazamiento.
La estrecha pasarela que cruza el río a la altura del Plantío requirió de largas esperas para que no colapsara por el peso. Y aunque desde Protección Civil y la Policía Local se emitieron mensajes para que los ciudadanos cruzaran por Capiscol o por la autovía, hubo un verdadero embotellamiento en las horas cruciales del vermú. Tanto, que incluso hubo quien decidió mojarse atravesando el río para atajar.
Lo de los accesos fue la queja que más se escuchó entre peñistas y burgaleses que, como siempre, lo dieron todo entre pinchos, cachis y bailes (los más jóvenes, con el dj sobre el escenario).
Entre los aspectos positivos destacaron la existencia de una mayor zona para sentarse (lo permitía todo el muro de piedra de la ribera del río y los bancos repartidos por el paseo), el hecho de que estuviese en una zona más céntrica y que los espacios para circular fueran lo suficientemente amplios.
Los burgaleses abarrotan la Quinta para celebrar el Parral - Foto: Alberto Rodrigo «Es un paraje entrañable, espaciado, frondoso en el arbolado, con vías de evacuación, zona de aparcamiento y espacio para todos. Pero la tradición del Curpillos está vinculada al Parral», afirmaban desde las peñas, contentos con la Quinta y echando de menos a la vez el recinto de toda la vida. Entre los visitantes a los que consultamos hubo un aprobado general, salvo por algunos detalles que, si se mantuviera en este espacio exigirían que se mejorara.
Por eso lo que toca ahora preguntarse es si esas «bonanzas» del 'Quintarral' -como se escuchó que lo bautizaban las peñas- se reconocen únicamente por ser un paréntesis mientras duran las obras del Parral o si resultan atractivas como emplazamiento definitivo. Ayer era un día para la fiesta y por lo tanto no tocaba plantearse nada. Para las reflexiones habrá que esperar a la resaca del Curpillos, en el sentido literal y en el de cómo quede el paseo después de que miles de personas a la vez paseen, coman, beban y circulen por los alrededores durante un día intenso.
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