Un gran vacío en la comida casera

R.E. MAESTRO / Pampliega
-

Piedad Medina cierra, a sus 68 años y con gran pena, el Mesón El Arco. Lleva toda una vida preparando menús diarios en Pampliega

Ignacio Miguel y Piedad Medina disfrutarán ahora juntos de su jubilación en Pampliega. - Foto: Luis López Araico

Son las cinco de la tarde y Piedad Medina se encuentra comiendo junto a su familia después de otra intensa jornada en los fogones. Eso sí, ya tiene todo fregado y recogido. Ahora disfruta de sus últimas horas con el delantal puesto. Lleva una vida entera cocinando y dando de comer a todo el entorno de Pampliega, pero toca despedirse y disfrutar de una merecida jubilación. El sábado 28 de septiembre, cerraba definitivamente las puertas del Mesón El Arco, un negocio que se alza como un referente de la comida casera y que todos en la zona conocen de sobra. Ella se despide con tristeza y en su cabeza no paran de acumularse recuerdos, mientras que el vecindario aún no se quiere acaba de creer el cierre. El fin de una etapa.

«No quiero dejarlo, me da pena; son muchos años aquí y lo siento por el pueblo», comenta Piedad, que lleva en el mundo de la hostelería de Pampliega 46 años y ahora, a sus 68, llega el momento de parar. Eso sí, energía y vitalidad no le faltan. Su marido, Ignacio Miguel, comenzó con un bar en la plaza -que tienen alquilado desde que se jubiló- y hace unos 30 años adquirieron el popular mesón. Así, durante una larga etapa la pareja se encargó de llevar los dos negocios. Junto a ellos siempre ha estado su hijo, Sergio, que por ahora no se plantea tomar el relevo puesto que no le quedaría más remedio que contratar personal y eso no resultaría viable. «Ha estado también aquí toda la vida y la hermana parecido... el negocio familiar era un poco 'castigo'», explica Piedad.

No quiero dejarlo, me da pena. Son muchos años aquí y lo siento por el pueblo... De momento se cierra y se quedará todo como está, más adelante ya veremos qué pasa»
 

El establecimiento «de momento» se quedará como está, ya que tampoco se plantean venderlo. «Más adelante ya veremos qué pasa, pero de momento se cierra», confirma. «Si fuesen todos los meses como julio y agosto igual sí compensa contratar personal, pero cuando aquí hay que poner calefacción y todo...», detalla, mientras deja claro que al frente del restaurante ahora solo estaban ella y su hijo. Han hecho bautizos, comuniones y bodas, por lo que aquí han visto crecer a todos sus vecinos. «La población ha bajado mucho y eso se nota en invierno», confiesa. Mientras, también lamenta que este mes ha cerrado la carnicería que quedaba del pueblo y donde siempre compraban los productos.

Aunque nunca han faltado los vecinos de Pampliega, los clientes diarios del mesón llegaban desde los municipios de la comarca y también paraban habitualmente quienes iban de viaje por la carretera. «En toda la zona de alrededor no hay nada más para comer así, entonces aquí vienen de Presencio, de Santa María del Campo, de Mahamud, de Ciadoncha, de Villaquirán...», comenta. Una de las cuestiones más sorprendentes que destacan es que entre semana siempre han servido más menús que los sábados y domingos. Los fines de semana, de hecho, solo levantaban la persiana bajo reserva y para grupos numerosos. En verano han llegado a dar algunos días más de 60 comidas diarias. «Somos diferentes a todos los demás, aquí se trabaja mucho más de lunes a viernes», manifiestan.

A Piedad no le viene de familia el mundo de la hostelería, «ni pizca», y todo lo ha aprendido por su cuenta. En su cocina todo es casero y siempre tenía cuatro primeros y cuatro segundos. Arroz, lentejas,  ensalada, alcachofas, ensaladilla rusa, carne guisada, filete de ternera, solomillo, lubina... son algunos de los platos que se podían encontrar un día cualquiera. «Estamos muy agradecidos, hemos tenido una clientela buenísima», afirma. Mientras, recuerda que los peores momentos que han atravesado en su restaurante los vivieron durante la pandemia. «Nos partió, nos pilló unos años muertos y todo era nuevo, teniendo que colocar a la gente, pendientes de dónde se sentaba cada persona, de cerrar, de abrir... eso ha sido muy complicado», menciona. Una fase de restricciones que les trastocó y, además, creen que a partir de ahí han cambiado muchos hábitos en la sociedad.

En los pueblos de alrededor no hay más para comer y toda la gente viene aquí. Se trabaja más de lunes a viernes que los fines de semana»

Ahora en esta localidad quedarán dos bares abiertos, uno de ellos el que Ignacio y Piedad tienen alquilado. «Nosotros empezamos una nueva etapa», confiesan. Seguirán viviendo en Pampliega y viendo a diario a sus vecinos desde fuera de la barra, aunque ahora con mucha más tranquilidad y planeando los países que visitarán.