Hace un tiempo hizo fortuna una predicción a priori fantasiosa pero que cada día se percibe más materializable. Decía algo así como que el 85% de los empleos que habrá en 2030 aún no se habían inventado. Pero sin ir tan lejos en el tiempo, algunas de las tareas que hoy se llevan a cabo nos resultan lejanas y complejas a muchos. Y siempre suele estar la tecnología de por medio. O quizá sería más correcto decir por arriba y por abajo, con el consumidor en el centro.
En esos mundos invisibles y ya imprescindibles se mueve Rubén Pérez Huidobro (Burgos, 1978).
"Pero, exactamente, ¿qué haces?". "Creo que mi familia lleva preguntándose lo mismo desde que empecé. Ahora mi función como investigador de experiencia de usuario es identificar los problemas y las necesidades que tiene la gente cuando utiliza algún elemento tecnológico. Trato de simplificar los productos tecnológicos y que realmente resuelvan problemas o cubran necesidades".
Esto es lo que hace desde Toronto (Canadá), donde vive desde 2018, para una empresa de seguridad online de Estados Unidos llamada Okta. Él es investigador principal de experiencia de usuario.
Rubén Pérez, que tiene también la nacionalidad canadiense desde hace dos años, nació en Burgos, pero por la profesión de su padre (banca) repartió su niñez por varias ciudades más. Hasta regresar definitivamente junto al Arlanzón, donde estaba el resto de la familia. Recuerda los veranos pasados con los abuelos en Villagutiérrez (junto a Estépar) y Quintanaélez. De esta localidad burebana es su madre y allí conserva grandes amigos. Terminó la EGB en Los Vadillos. El BUP y el COU, con los Jesuitas.
Sus veranos infantiles le llevaban a Villagutiérrez y Quintanaélez
Y si en la infancia siempre tenía la maleta cerca de la puerta, luego no la retiraría y multiplicaría las distancias. Estudió Psicología en Salamanca, a lo que sumó formación tecnológica. Y se fue a Leicester (Inglaterra), donde mejoró su inglés, para después ingresar en la Universidad de Bath. Allí obtuvo una beca para cursar un máster en 'Comunicación humana y computación'. Bases sólidas para conocer al 'hombre' y a la 'máquina', y sus relaciones no siempre fáciles.
En su currículum aparecen talleres para mayores en residencias en Soria; operario de fábrica de ensaladas, camarero de eventos y asistente de salud mental en un hospital en Inglaterra; diseñador e investigador de experiencia de usuario en Barcelona y Madrid; temas de salud en México; telecomunicaciones en Portugal, Chile, Brasil y República Dominicana; parques temáticos en Alemania, Italia... Luego se instaló en Inglaterra y trabajó para el Gobierno. Entre otras tareas, participó -y se siente muy orgulloso de sus resultados- en un servicio para reducir los intentos de suicidio y la violencia en las prisiones. Hasta que volvió a hacer todo el equipaje para cruzar el Atlántico y enraizar en Toronto. Este gran aficionado a los videojuegos, la lectura y la cocina, y coleccionista de juegos de mesa, vive encantado allí: "Lo que más me gusta de esta ciudad es que el 45% de los habitantes no han nacido en Canadá. Hay una gran diversidad, y esa es su riqueza. Los paisajes y sus parques naturales son también una pasada".
Levantando la vista, Rubén Pérez Huidobro, autor de relatos cortos, se ve en aquella gran urbe (3 millones de habitantes) dentro de 5 años, aunque repasando su biografía y cuaderno de a bordo, a ver quién pone la mano en el fuego. Con pareja (Silvia, canaria) y sin hijos, a largo plazo vislumbra las Islas Afortunadas y su natal Burgos por razones que entendemos todos los usuarios a la primera.
POR ENCIMA
Este burgalés a una maleta y a un ordenador pegado tiene a sus padres en el barrio de San Julián. Hablando de morriña, echa de menos "a la familia, los amigos,... muchas cosas... ¡Hasta a la niebla! Esos días de niebla en los que vuelves de cenar o de fiesta desde Las Llanas y pasas frente a la Catedral o cruzas el Arco de Santa María... Me parece mágico. De mi pueblo (Quintanaélez) recuerdo con cariño comer pipas en el parque al lado de un ciruelo que tenía unas ciruelas pequeñitas, muy oscuras y las más dulces que he probado nunca. A lo mejor eran tan dulces porque no eran nuestras, jejeje", afirma. "Guardo también buenos recuerdos de ir con mi padre y mi tío a hacer como que ayudaba a servir pinchos con Los Mangas al Parral y al Burgalés Ausente", concluye Rubén, uno de ellos.
Si vives en el extranjero (o conoces a alguien que lo haga) y te apetece contar esa historia, contacta con mserrano@diariodeburgos.es