«En el papel todo queda precioso, pero en la práctica supone un reto muy importante». Con esta frase se podría resumir el sentir mayoritario de los equipos directivos de centros de Formación Profesional de la capital respecto a la implantación este curso de la nueva ley que regula estos estudios y que, más allá de cambios en currículos o evaluaciones, da un peso mayor a la ahora bautizada como 'formación en empresa'. Esta trae de cabeza a los responsables académicos al extenderse a los alumnos de primero de grado medio y grado superior, teniendo en cuenta que, en algunos casos, ya había dificultades para buscar destino a los de segundo.
El problema se extiende de forma generalizada, al igual que la percepción de que cada vez que se implanta una norma los detalles de la misma llegan con retraso y se acrecientan los obstáculos para adaptarla a la realidad, es decir, al día a día en el aula. Bien es cierto que en unos casos la situación se agrava más que en otros, dependiendo de la familia profesional en cuestión, aunque los profesionales consultados coinciden en una cuestión: las reticencias que están encontrando a la hora de encontrar empresas que quieran incorporar a estudiantes de nuevo ingreso, principalmente de grado medio por su juventud (16 años) y por el hecho de que aún no han tenido tiempo de adquirir conocimientos mínimos del ciclo que han elegido.
Es por ello que no son pocos los centros que han optado por una vía de salvación para este curso al sumarse a la posibilidad que, según explica, permite la Consejería de Educación de posponer esas prácticas a segundo curso y sumarlas a las que corresponden a este último hasta ver cómo queda definida completamente la ley una vez que se cierren las modificaciones que competen a la Administración regional. La excepcionalidad -precisan- solo afecta a grado medio, no a superior, y supone una solución transitoria para salir del paso.
Juan Carlos Merayo, director del Juan de Colonia, centro en el que se imparten las familias de Administración, Comercio e Informática, advierte de un problema que ya existía, el de la dificultad para encontrar prácticas a los alumnos de segundo, y que ahora se ve agravado. «Necesitamos el doble de empresas», subraya, al tiempo que alude al trabajo que esto implica a los centros a nivel organizativo para gestionar una formación con una corta duración que no posibilita la adaptación del estudiante. En este sentido y dando por hecho que «con los políticos no contamos», apela a la implicación del tejido económico para encontrar la solución a este problema. «Lo único que nos queda es pedir socorro al mundo de la empresa», sentencia.
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