En vivo y en directo. Así han presenciado los vecinos del barrio arandino de Santa Catalina la creación del mural que ha diseñado el artista burgalés Christian Sasa. Vamos, que no han perdido detalle. Y, a la que pasaban por la calle Hernán Cortés, pocos se resistían a comentar la jugada. Porque no todos los días uno asiste a semejante espectáculo en torno al manejo de la pintura en spray a unos cuantos metros de altura. Y ni mucho menos todos los días el protagonista es un vecino de toda la vida. Así que de los corrillos que se formaban en los aledaños salía un mismo veredicto:«Impresionante».
Con esta palabra definen el retrato que Sasa ha hecho de Manuel Gutiérrez, que ha quedado inmortalizado con la boina castellana, el porrón de vino y la cachaba. En una mano el purillo y en la otra, el cuchillo para partir queso, junto a la hogaza de pan y el chorizo. Pero si algo llama la atención sobremanera son los ojos de Manolo, «con una vida tremenda, conmovedora... Impresiona ver tantísima vida», comentaban un par de mujeres al pasar por la zona. Y es que si algo sabe bien Sasa es captar la mirada de los personajes de sus murales. Esta vez, a juicio de los propios vecinos, lo ha bordado. «¡Está precioso!», exclamó otra. A su lado, un matrimonio asentía, sin dar crédito al realismo plasmado en el mural.
Pues bien, la colaboración entre artista y protagonista surgió por casualidad. Manuel estaba tomando un vino en el bar Los Arcos. Nada más verle, Christian supo que encajaba a la perfección en la idea que le rondaba la cabeza. Se acercó y se lo propuso. «Le encontré muy dispuesto, así que todo fue para delante», comenta Sasa. Después llegó el turno de bajar a la bodega de la peña Niño de la Capea y fotografiar a Manuel con todos los elementos típicos de cualquier almuerzo en Aranda. Al final, como remarca el artista, «si hay posibilidad de retratar a alguien de la zona, mejor que a un desconocido.
Siempre que tengo la oportunidad lo hago». Por su parte, Manuel, de 68 años y jubilado de la construcción, se muestra agradecido por el gesto. De hecho, se mira a sí mismo en el mural y asegura que se ve «clavado». Incluso más joven. «Me ha dejado niquelado. Es como mirarme en el espejo, no me imaginaba que fuera a quedar así». El protagonista de la obra, natural de Torrelavega, pero asentado en la capital ribereña desde hace 33 años, se deshace en halagos hacia su creador, al que define como «un fenómeno».
Pues bien, este mural es la última iniciativa que ha puesto en marcha la Asociación de Comerciantes de Santa Catalina. Juan Carlos Quintana subraya que esta vez se han decantado por «algo tan característico como la costumbre de nuestros abuelos de almorzar en las bodegas». Y, como el resto de vecinos, coincide en que «ver en persona el mural impacta mucho». Se trata del undécimo del barrio.
De hecho, están creando una 'app' para que quienes se acerquen a conocer todas las obras tengan a su alcance la historia que esconden.