"Elijo vivir y sonreír. El cáncer no se va por enfadarme"

GADEA G. UBIERNA / Burgos
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A Elisa Martínez, de 34 años, le diagnosticaron en enero de 2024 un tumor colorrectal en fase muy avanzada y con metástasis en el hígado. El tratamiento, que mantiene, funcionó con rapidez y hoy hace un alegato por la prevención

Martínez, sonriente por elección, con el perfusor de medicación que se lleva dos días a casa una vez que termina sus sesiones de inmunoterapia en el hospital. - Foto: Luis López Araico

Elisa Martínez supo desde el primer momento que su cáncer pintaba mal, pero no que había muy pocas expectativas sobre su pronóstico. El día en el que cumplía 33 años, el 4 de enero del 2024, la digestóloga del hospital Santiago Apóstol (Miranda) Encarnación Ruiz le comunicó que tenía cáncer en el recto y que, como sospechaba desde que le hizo la colonoscopia, se había extendido al hígado. 

Una semana después, el oncólogo Uriel Navarro le explicó a esta leonesa de La Bañeza que tenía un adenocarcinoma rectal en fase 4, muy avanzado, y con metástasis hepática. «Pero el tratamiento ha sido espectacular», dice esta mujer, agradecida a las personas que la acompañan en el proceso, a su jefe, a la AECC y, sobre todo, a quienes la tratan: Ruiz y Navarro en Miranda; la oncóloga Ana López, la radioncóloga Eva Corrales y los cirujanos Javier Sánchez Manuel y Marina Manzanera en el HUBU. «Para mí, son familia. Me siento afortunada. Y también por todas las enfermeras que están con nosotros, con esa paciencia, templanza y amor. El cáncer da miedo y eso une mucho», afirma.

Martínez fue a su médico en La Bañeza en agosto del 2023 porque a veces, no siempre, sentía que «tenía diarrea sin tenerla». Antes había detectado algo de sangre cuando iba al baño, pero no le daba importancia porque «como había tenido una hemorroide»... Así que su primer consejo es «no te autodiagnostiques». La derivaron a Digestivo, pero como entonces la contrataron en Miranda, optó por pedir cita en el Santiago Apóstol. «Soy camarera y estoy de baja. Pero tengo la suerte de trabajar en un sitio que cumple y de tener un jefe, Julián, 100% legal. Sin conocerme, me hizo contrato indefinido desde el minuto uno. Y por eso me he podido tratar aquí, con mi equipo», explica, subrayando que «ojalá todos los hospitales de España tuvieran la organización del Santiago Apóstol. Y, por lo que he visto, la de los médicos de Burgos en general».

Este apunte se debe a que, según dice, la facultativa de Primaria que la atendió por primera vez en Miranda «mostró una preocupación que no noté en mi pueblo» y eso, cree, aceleró todo, dentro de que incluso ella ha sufrido listas de espera. «Pero he de decir que, más o menos tarde, la sanidad pública nos protege. Y nosotros también debemos hacerlo», asegura.

A los pocos días de las citas con la digestóloga y el oncólogo del Santiago Apóstol, empezó el tratamiento. Doce ciclos de seis sesiones quincenales, en las que se combinaba quimioterapia e inmunoterapia. Y, además, como le colocaron un reservorio bajo la piel, después de cada sesión se lleva medicación a casa: el perfusor de medicina continuo que muestra en la foto y que, ahora que tiene indicada una inmunoterapia de mantenimiento, aún utiliza. «Lo llevo un par de días y está muy bien; en lugar de tomar pastillas, te lo ponen en vena y, cuando se acaba, voy al hospital y me lo quitan todo», puntualiza.

(El reportaje completo, en la edición impresa de este viernes de Diario de Burgos o aquí)