Tras tres años de ‘gestación’, acaba de salir a la luz un nuevo recurso social que tiene como objetivo ayudar a quienes pasan por una situación de sufrimiento o crisis en sus vidas. Impulsado por la diócesis de Burgos, el centro de escucha ‘San Camilo’ nace como un lugar de acogida y apoyo para personas que atraviesan momentos de crisis vitales y donde se ofrecen procesos de acompañamiento personal. El proyecto se suma a la treintena de centros de esta naturaleza que existen en España desde que se pusieran en marcha en 1997 de mano de los religiosos Camilos, vinculados al Centro de Humanización de la Salud de Tres Cantos, en Madrid.
Ubicado en la plaza particular de Clunia, detrás de la avenida Reyes Católicos, este servicio diocesano es gratuito y tiene por finalidad ayudar a las personas que están pasando por una situación de duelo, pérdidas, soledad o una situación familiar complicada y arrastran su dolor en solitario. Su puesta en marcha coincide con un momento duro por culpa de la pandemia y en el que muchas personas están necesitando puntos de apoyo.
En palabras del director del centro, Víctor Román, son «crisis menores que no requieren la intervención de un psicólogo o psiquiatra, sino problemáticas que se pueden solucionar con un acompañamiento emocional». En este sentido, el centro de escucha «no compite» con los gabinetes profesionales del mundo de la psicología, sino que trata de ser «una ayuda más para acompañar procesos menores de crisis existenciales». Cuando el centro detecta que la persona sufre una patología o una enfermedad crónica, entonces se deriva a un especialista.
Un equipo de quince voluntarios formados con varios másteres en relación de ayuda (counselling) son los encargados de acompañar estos procesos, supervisados en todo momento por el Centro de Humanización de Madrid. Una vez que una persona pide cita con el centro, empieza un proceso de acompañamiento presencial en sesiones de una hora, hasta un máximo de 20. Se afrontan así las dificultades que las personas tienen y los motivos por los que sufren, intentando identificar los recursos internos que tienen para ayudarse a sí mismas en el máximo de sus posibilidades.
«Pisamos tierra sagrada, lo más íntimo de cada persona», subraya Rosana Tapia, una de las voluntarias del centro y especialista en duelos causados por fallecimientos. «Es un trabajo muy serio que requiere formación y profesionalidad». De ahí que se requieran varios años de formación para poder acompañar estos procesos.