Canicosa de la Sierra es una olla a presión desde que empezaron a salir, con mucho adelanto, los primeros hongos de la temporada. Al inconfundible olor de los boletus acudieron un centenar de individuos, en su mayoría rumanos y varones, aunque también hay mujeres y algunos niños, que viven hacinados en condiciones insalubres, duermen sobre palés o en furgonetas, defecan en la calle y matan las horas sin luz a golpe de chupito de güisqui y botellín de cerveza en los 2 bares del pueblo.
La presencia de la Guardia Civil, que se ha incrementado en la zona desde la reyerta que se produjo enQuintanar de la Sierra hace una semana, no les ha espantado. El jueves por la noche realizaron una inspección visual en el viejo secadero de madera que han ocupado varias decenas de personas, contiguo a las naves que constituyen el centro neurálgico de la actividad de estas mafias. Los agentes prometieron volver, pero no saben si para desalojar el recinto o solo para evitar desmanes.
«Esto es un desmadre.Deben cortarlo de alguna manera», se queja uno de los afectados. «El pueblo está muy descontento pero no podemos con ellos».
Uno de los almacenes sí tiene licencia municipal para esta actividad pero el resto de los espacios carecen de cualquier tipo de autorización.El año pasado recibieron la visita de la Inspección de Trabajo, aunque poco o ningún movimiento se puede encontrar a mediodía, critican en el pueblo. Asimismo, han informado a Sanidad, a través del veterinario de la zona, de la falta de higiene y otras posibles irregularidades, sin que hasta el momento tengan noticias de ninguna actuación de la Delegación Territorial de la Junta.
No obstante, en el pueblo no todo son críticas hacia estas mafias recolectoras. También hay quien calla porque obtiene algún beneficio, por ejemplo cuando acude a limpiar las setas, o porque compra lo que ellos bajan del monte más barato que nadie y vende al precio que le interesa.
En los dos bares de la localidad cualquier día de entre semana parece uno de fiesta. Puede haber hasta 70 u 80 personas reunidas allí bebiendo, desde café a licores de alta graduación, hasta pasada la medianoche. «En torno a las máquinas tragaperras hay 10 permanentemente», explican. Muchos acaban ebrios, lo que aumenta el riesgo de peleas, incendios y otro tipo de incidentes. «Son peligrosos», explica otro vecino que tampoco quiere dar su nombre.
«La gente está muy preocupada porque no saben qué va a desencadenar esto», reconoce el alcalde de Canicosa,Ramiro Ibáñez. «El problema se agrava porque cada año vienen antes y cada vez son más», añade. Hace 4 años, el grupo que se instalaba en la localidad serrana no pasaba de 30 o 40 personas, ahora supera fácilmente el centenar. Y no es el único que peina los pinares de Burgos ySoria. «De Vinuesa a Vilviestre igual hay 500 rumanos», especula un empresario de la zona. ¿Exagera?
Hace años no pernoctaban en núcleos urbanos, sino en refugios de montaña de la zona soriana. Pero la Guardia Civil ha incrementado la presión sobre los campamentos ilegales.La semana pasada levantó dos, instalados en zonas no habilitadas en las proximidades de la sierra de Urbión, y a finales de septiembre otros dos enVinuesa y El Royo, además de una casa forestal de Covaleda.
La situación se tensa aún más por la falta de setas.Hubo un brote temprano en la campiña, Urbión y las sierras de Neila, pero...«Han arrasado y ya no hay».