Por fin Luis Martín Álamo pudo volver a ver su casa de Santibáñez del Val después de dos días de auténtica pesadilla. No le quedó más remedio que abandonar el pueblo el domingo, a las seis de la tarde, sin saber qué ocurriría con su hogar mientras el fuego devoraba todo lo que encontraba a su paso. En la primera noche no durmió prácticamente nada y solo sintió algo de alivio cuando los vecinos le informaron por teléfono de que el interior de su propiedad no había sufrido daños. Sin embargo, hasta ayer no sintió la tranquilidad que da visitarla en primera persona.
«Lo que te dicen no es igual que verlo; está todo quemado menos la casa, nosotros pensábamos que se nos iba a quemar entera», comenta Luis. Visiblemente emocionado recorre su pueblo y recuerda que pensó que el municipio desaparecería por completo ante la rapidez con la que se propagaba el fuego y el humo inundaba cada rincón. Aquello por lo que habían luchado durante años se derrumbaba. «Hace 30 años que hice la casa, como una hormiguita poquito a poquito, y en dos minutos que venga el fuego y todo arrasado», expresa. En su caso las llamas se quedaron al límite de causar una desgracia mayor, ya que sí ardió el trastero donde tenían la leña para el invierno.
Pensábamos que se nos quemaba la casa entera, estaba rodeada por el fuego»
Aún se observan los restos de la catástrofe alrededor de la vivienda de esta familia que reside en Cataluña pero que pasa la mitad del año en Santibáñez del Val. Habían llegado el sábado y justo un día después tuvo lugar este suceso. Su nieto David también estaba con ellos, lo que también ha sido una «suerte». El joven ya acudió el lunes y comprobó el estado en el que se encontraba todo, ayudó en las tareas de refrigeración del terreno e incluso tuvo que volver a llamar a los bomberos cuando vio que surgía un nuevo foco de un poste. Reconoce que ya se ve mucho más movimiento, especialmente de aquellos que acuden hasta la localidad de la comarca del Arlanza para descubrir cómo ha quedado tras el paso de las llamas.
«Da mucha pena todo», explican Luis y David, mientras desarrollan que poner las chapas de metal en las ventanas -también de madera- se acabó convirtiendo en la clave para evitar que la casa ardiera. Han perdido el huerto y también el garaje donde almacenaban una gran cantidad de leña, pero al menos pueden respirar al ver que su vivienda se salvó. «Estuvo completamente rodeada por el fuego, pero dentro de lo malo la casa está intacta», relatan, mientras ya se preguntan dónde deben tirar en este momento todos los restos que se han originado.
Ahora esta familia solo espera regresar cuanto antes a su pueblo. Ya se ha recuperado la luz, pero falta el agua. De momento se quedarán en Caleruega, donde les han ofrecido alojamiento, y les queda cerca de la localidad. Pese a todo, son conscientes de que esto les marcará y nunca lo olvidarán.