El caso es que, tras una visita a casa de unos familiares el otro día, al ir a coger el ascensor, oí una curiosa algarabía procedente de su interior, pero varias plantas por debajo de la mía.
Oía las voces de unos niños que, obviamente, estaban jugando con el ascensor. «¡Dale al tres!», dijo uno de ellos, y así lo hicieron. «¡Ahora el cinco!», gritó otro, y allí se detuvo. «¡Sube hasta el siete!», sentenció otro, y hasta allí que subieron. Quiso esa progresión matemática, y la memoria del ascensor, que hasta ese punto el elevador ignorara que yo, que estaba esperando para bajar en el sexto, había pulsado el botón de parada. Pero una vez llegados al último piso, y emprendiendo un nuevo viaje, en esta ocasión de bajada, el ascensor decidió parar en el seis. «Eh… Pero si este piso no lo hemos pulsado nosotros», se oyó. Y paró. Y se abrieron las puertas. Y ahí estaban los tres aventureros, más serios y circunspectos que un inspector de Hacienda. Al verme, amagaron salir del ascensor y bajar andando por las empinadas escaleras, cosa que impedí, y así acabamos los cuatro en el ascensor.
El mayor era el que más serio estaba, hasta que le dije «Tranquilos, que no estoy enfadado ni nada de eso». Les hice una inocente pregunta del tipo «¿Hasta qué planta habéis subido?», y ellos me respondieron con un lacónico «Hasta el último». Seguí preguntándoles mientras el ascensor paraba ahora en todos los pisos pares. «¿Y qué os ha parecido?», y la respuesta fue tan inesperada como desarmante: «¡Buah, está súper guapo!», dijo uno. «¡Hay una escalera que sube al tejado!», gritó un segundo. «¡Y hay una puerta pequeña como para nosotros!», sentenció el tercero.
No supe qué contestar a tal catarata de emociones molonas infantiles, y de pronto paramos en el primero. Ahí estaba su madre. Nos miró a los cuatro, me dijo que me los vendía a los tres, yo le respondí que no le compraba ninguno, los niños se fueron con ella y ahí se acabó la historia de cuando me encontré a unos niños cuya mayor ilusión fue la aventura en la que cogieron el ascensor de su edificio y subieron al piso más alto que podían subir tan solo para ver qué había allí. Inocencia e ilusión.
Pasen una muy feliz Navidad, amigos.
@VladimirConV