Cada época del año trae consigo una transformación del paisaje, moldeando también así nuestras emociones a medida que van llegando las distintas estaciones. La llegada de una explosión de vida, decorando el paisaje con llamativos colores y múltiples esencias florales nos indica que ha llegado la primavera. Con el tiempo el calor y los cielos despejados anuncian la llegada del verano, que trae consigo calles llenas de niños dispuestos a jugar por horas, los paseos tranquilos por el campo cobijados por los árboles. Y entonces, cuando te quieres dar cuenta, el paisaje modifica por completo su paleta de colores y nos brinda un espectáculo de fuego: el otoño. Caminando por su alfombra de hojas llegamos a la última estación del año, el invierno, en el que los días amanecen cubiertos por un plateado manto de niebla y las calles lucen las cencelladas producto del juego de las temperaturas de la noche anterior.
Sin embargo, este baile de las estaciones está llegando a su fin. Desde hace años, el término 'cambio climático' es ampliamente conocido por científicos de diversas especialidades, quienes desde el principio lanzaban sus advertencias con la esperanza de ser escuchados. Pero no ha sido hasta los últimos años, cuando las consecuencias del cambio climático han sido más evidentes y sus secuelas afectaban de forma innegable sobre las poblaciones, cuando los políticos no han empezado a entrar levemente en acción.
El cambio climático no sólo responde al evidente incremento de incendios devastadores y de sequías, sino que también tiene efectos en muchos otros aspectos de la vida: pérdida irreversible de numerosas especies, aumento de seísmos, calentamiento global sin precedentes, aumento de emisión de mercurio en el ártico y el peligro que esto supone para su ecosistema, cambio en el ciclo del agua en los últimos 2000 años, incremento sin precedentes de la pérdida de hojas de árboles mediterráneos… Estamos muy cerca del ocaso de las estaciones.