El desconocimiento de cómo llegar a ciertos lugares impide poder disfrutar de ellos, en cambio, si algún elemento guía el camino, tanto la travesía como encontrar el destino, resulta más fácil. Ahora, llegar desde Hacinas hasta la localidad próxima de Cabezón de la Sierra, la fuente de la Magdalena o el eremitorio de San Marcos, deja de ser un secreto sólo conocido por sus vecinos y se convierte en un placer al alcance de cualquiera con ganas de caminar y disfrutar del paisaje gracias a la señalización de estas rutas, que ya existían, y que ha hecho el Ayuntamiento con la colaboración de los vecinos.
Estas sendas parten del lugar conocido como el Alto del Calvario o Eras de Santa María, dónde unos paneles explicarán a los caminantes detalles y el destino de cada una de ellas. A partir de ahí, y a lo largo de cada recorrido, unos hitos de madera con una placas que irán numeradas y coloreadas para identificar cada ruta, marcarán cada paso, hasta llegar a su final, tras unos cuántos kilómetros de caminata.
Hasta el Hondo de Vallisluengo, donde si bifurcan, comparten senda los caminos que conducen hasta la Fuente de la Magdalena y hasta el eremitorio de San Marcos. Caballos bretones, vacas y bonitos robledales son los regalos que se encuentra el caminante antes de decidir por cuál de los dos destinos decantarse. Si lo hace por el primero de ellos, llegará hasta la Fuente de la Magdalena, dónde había una ermita que se encontraba en terreno de Ledanías, perteneciente a Hacinas, Salas de los Infantes y Castrillo de la Reina, y donde a su paso se encontrará con árboles con peculiares formas y antiguas tenadas.
Si se decanta por la otra opción recorrerá preciosos valles de robles y pasará por Peñacorrales y Vallehermoso, hasta llegar a la Tenada Quemada. Un peculiar lugar dónde existe una tenada que se incendió hace ya años y en el que hay una roca en el suelo con grabados que en su día hicieron los pastores que cuidaban del ganado en esa zona y que representan escenas como un cura dando misa, una mujer hilando, una cigüeña con una culebra en su pico o una cabra con un cencerro.
En este punto se puede continuar hacia San Marcos, o enlazar con el camino que va desde Hacinas a Cabezón y que también pasa por allí cerca. Si se continúa en dirección al eremitorio, se llega hasta el paraje conocido como Las Tresineras, un lugar con unas bonitas vistas y en el que se encontró el primer árbol fósil de Hacinas, el que se está de pie en la Plaza Mayor del pueblo.
Dirección a San Marcos es fácil divisar ciervos, y una vez allí, aborda la sensación de encontrarse sólo en el mundo. No se ven casas, ni carreteras en todo lo que alcanza la vista y el único ruido que se escucha es de los animales que habitan esa zona. Con cuidado, se puede escalar en la roca y adentrarse en la cueva en la que siglos atrás, como explica José Manuel Rey, alcalde de Hacinas, se cree que vivía gente, aunque lo que sí está claro es que sirvió de refugio a posteriores pastores que residieron en este pueblo.
Caminando hacía Cabezón (está señalizado sólo el terreno que pertenece a Hacinas, la mayor parte de la ruta) sorprende Cabeza Majada, una roca que deja ver claramente cómo su interior albergó un árbol, y cuyo negativo se aprecia claramente, reflejándose la rugosidad de su corteza en ella.
Esta iniciativa, del actual Ayuntamiento y que en parte se ha financiado con dinero de una subvención de Promoción Turística de la Junta de Castilla y León gestionada por el anterior, se está llevando a cabo con la colaboración de los vecinos, ya que ellos han escrito el texto de los paneles, decidido el lugar de cada hito y llevado a cabo su colocación. Está previsto editar unos folletos que contengan información de cada ruta y en un futuro, señalizar más, como explica el alcalde.
Todas las rutas, en sus primeros metros, transitan por el humedal de Fuentepeña, en el que recientemente se han llevado a cabo una serie de actuaciones, como son ensanchar el camino hacia él y elaborar cunetas, y también construir una especie de presa, que evita que el agua se escape y así crezca el nivel para poder regar El Soto, un lugar en el que se pueden ver cientos de cigüeñas en primavera.