«Todos somos responsables del infierno en que vivimos», asegura el escritor argentino Guillermo Saccomanno, ganador del Premio Alfaguara 2025 por Arderá el viento. Una historia que narra cómo la violencia y la corrupción se apoderan poco a poco de un pequeño pueblo costero, en una «metáfora distorsionada del espíritu de nuestro tiempo».
La novela, elegida por unanimidad por el jurado, sigue a los Esterházy, una pareja con un pasado incierto que llega a una villa de la costa argentina y comienza a regentar un antiguo hotel. Esta inquietante familia (junto a sus dos hijos) produce el efecto de una partícula enfermiza que se introduce en las grietas de una sociedad pequeña y arrasa con su dinámica cotidiana, aparentemente calma. Lo cierto es que el matrimonio es un amplificador de los prejuicios, los deseos ocultos, las supersticiones, los temores y la violencia larvada en muchos de los habitantes de la localidad.
Escrita en un estilo parco y de una rara intensidad, Arderá el viento es la historia de una degradación agónica que, poco a poco, va dejando a la vista las miserias del cuerpo social.
Es, en palabras del jurado, «la cuidadosa construcción de un deterioro» que, aunque transcurra en un país específico, acaba por ser una alegoría de lo que ocurre en nuestro tiempo.
Saccomanno se apropia de un territorio, de sus habitantes, de su pasado y de sus secretos para mostrar ese entramado de complicidad entre la política, el narco, la Policía y el periodismo, en medio del cual las personas corrientes sobreviven a su propia existencia. Y lo hace en una obra coral que es capaz de capturar el horror en la vida de una villa de mar y la belleza que todavía anida en ella.
«Nadie queda libre de culpa, todos somos responsables del infierno en que vivimos (...), somos responsables de lo que hacemos y también de lo que no hacemos, lo que alude a la complicidad civil que hubo en la dictadura y que hay en los gobiernos totalitarios», cuenta, con motivo de la publicación de su nuevo libro. Es el mismo mundo que retrató en Cámara Gesell (2012), novela con la que ganó el Premio Dashiel Hammett. «Muchos escritores soñamos con ser dueños de un territorio, ser dueños de un pueblo, inventarnos un pueblo, un infierno parecido a esta tierra», afirma.
El paradigma para él es el Yoknapatawpha de Faulkner, aunque en esta historia también ha contado con David Lynch entre sus referentes. «No era mi intención usarlo como paradigma, pero creo que es una buena referencia en estos tiempos, en la medida en que Twin Peaks, según va pasando el tiempo, se va convirtiendo en un clásico, es como una tragedia griega», relata el escritor, que lo considera, junto a Tarkovsky, «de lo mejor que ha pasado en el cine».
En Arderá el viento no hay tanto surrealismo lyncheano pero sí un tono febril, que Saccomanno describe como «desesperado», en parte influido por las complicaciones que atravesó durante el proceso de escritura a lo largo de 2024, con una neumonía y mudanza mediante. «No pienso que sea esto lo que me detonó la compulsión del relato, pero el relato me salvaba de pensar en lo que estaba viviendo», afirma, «la literatura no cura, no alivia, no espanta el miedo, pero por un momento te distrae, aunque estés creando un infierno paralelo».
Entre medicaciones y hospitalizaciones, escribió el libro en tres meses. «Cuando no tenía ni idea de qué que iba a hacer, unos amigos me sugirieron que me presentara al Alfaguara, les dije que ni de broma». Pero lo pensó mejor.