Estados Unidos y Cuba han sido históricamente dos países antagónicos en cuanto a su manera de actuar y, por lo tanto, sus Ejecutivos han experimentado numerosos vaivenes. Para el último hay que remontarse a 2014, cuando ambos Gobiernos realizaron un histórico anuncio -después se le conocería como el deshielo- con el restablecimiento de sus relaciones diplomáticas. Una década después, la situación entre las dos naciones es diametralmente opuesta y sus tomas de contacto atraviesan sus horas más bajas.
La relación entre Washington y La Habana cambió completamente cuando, en dos intervenciones televisadas simultáneamente, los entonces presidentes de EEUU y Cuba, Barack Obama y Raúl Castro, respectivamente, sorprendieron al mundo al anunciar que ambos países, enfrentados desde el triunfo de la revolución en la isla en 1959, se tenderían la mano tras meses de negociaciones secretas patrocinadas por Canadá y el Vaticano.
El deshielo llegó a su cúspide con la visita de Obama a la isla caribeña en 2016, la primera de un mandatario norteamerciano desde 1928.
Para entonces, Washington había retirado a Cuba de su lista de naciones patrocinadoras del terrorismo -con contundentes consecuencias financieras- y flexibilizado las prohibiciones para el turismo estadounidense a la isla.
El proceso duró poco. Desde 2017, el republicano Donald Trump, que asumirá de nuevo el cargo como presidente de EEUU el próximo enero, dio un giro de 180 grados: implementó más sanciones y volvió a colocar a La Habana en la citada lista negra.
Tras cuatro años del demócrata Joe Biden en la Casa Blanca, el grueso de estas medidas sigue en pie. Y la isla está sumida en una profunda crisis económica, con un éxodo migratorio sin precedentes, en la que las sanciones son solo una de las causas.
El inmovilismo de Biden
En 2020, Biden ganó las elecciones con una programa que incluía la vuelta a la política de acercamiento a Cuba, pero esta nunca llegó. A semanas de dejar la Casa Blanca, el demócrata ha decidido mantener a la isla en el ostracismo.
Pero detrás de esta postura hay dos razones: la estrecha mayoría demócrata en el Congreso y la respuesta del Gobierno cubano a las manifestaciones del 11 de julio de 2021 (11-J), las mayores protestas antigubernamentales desde 1959.
«Me parece que la represión de julio de 2021 hizo las cosas difíciles. Algunos miembros del Congreso hicieron todo lo que pudieron para desalentar cualquier cambio. Y, dado los márgenes en la Cámara, cada voto contaba. Ciertamente hubo un esfuerzo por no irritar mucho al senador (Bob) Menéndez», subraya un exfuncionario del Departamento de Estado durante la era Obama.
Este político demócrata de padres cubanos era hasta su marcha por delitos de corrupción y cohecho, un férreo defensor de las sanciones, como la mayoría de legisladores republicanos, sobre todo los de ascendencia isleña.
Para Arturo López-Levy, profesor de Relaciones Internacionales y experto en Cuba, es «totalmente irracional» que la política de Biden hacia el país caribeño dependiese de «un senador». Considera además un error que los partidarios de aliviar las sanciones dieran un paso atrás tras la represión a las protestas del 11-J.
«En la práctica no hay una razón de por qué el que estaba el 10 de julio en contra del bloqueo, el 12 de julio va a decir que no es momento de un cambio», sentencia López-Levy.
No todo se perdió. Los analistas, sin embargo, creen que a pesar de los años turbulentos de Trump y los pocos cambios con Biden, hay cosas del deshielo que perduran.
«El principal logro implicó restablecer las relaciones diplomáticas. Ha sido el acierto más permanente. Hoy en día esa es la parte que está funcionando de manera más eficiente», opina Jorge Duany, director del Instituto de Investigaciones Cubanas y Catedrático de Antropología en la Universidad Internacional de la Florida.
Otro punto, resalta, es el auge del sector privado, que floreció durante el deshielo y que ha sido uno de los principales beneficiados de las pocas medidas de acercamiento con Biden.
El exfuncionario del Departamento de Estado isleño rememora cómo «después de organizar una reunión sobre emprendedores en la que fueron invitados funcionarios del Gobierno cubano, un alto cargo del Partido Comunista dijo que eso había sido lo más desafiante desde Bahía de Cochinos».
Sin embargo, los pocos vestigios que quedan de la era Obama podrían peligrar con la nueva Presidencia de Trump, sobre todo ante la inminente confirmación del senador cubanoamericano Marco Rubio como secretario de Estado, alertan los analistas.