En la taberna de Joxemari conviven a diario filósofos de barra, pedantes de la conversación, artistas y golfos, rentistas y jubilados, parejas que se quieren en la discusión, poetas del txakoli y un dibujante y diseñador gráfico que acude al bar para hacer más llevaderos sus traumas y neuras. En Beti Berdin Taberna (Siempre Igual Taberna) la vida discurre sin sobresaltos, mientras la estampa de la rutina diaria crea el ambiente confortable que buscan sus parroquianos.
Gastón -el novelista gráfico bajo el que se esconde Asier Iturralde, el de las neuras- dibuja ese devenir diario enmarcado en la complicidad que da una barra. El autor vasco fija su atención en las anécdotas y los detalles cotidianos, en las cosas corrientes y las pequeñas historias que hacen grande a un bar, o a la vida porque lo que Gastón relata es el hecho mismo de vivir.
«A mí me gusta el tema de lo cotidiano, el día a día y las pequeñas cosas que me permiten crear esa especie de poética», explica el autor que previamente a Un día en Beti Berdin Taberna (Harriet Ediciones) utilizó ese mismo escenario para contar lo que pasaba En tiempos del coronavirus (Ediciones Gastón). Porque en realidad todo empezó por ahí. O casi. «Yo hacía tiras semanales de pequeñas historias de seis viñetas que iba publicando en internet y redes. Cuando se me ocurrió juntar a los personajes pensé que un bar podría ser el entorno idóneo para que se cruzaran. Entonces llegó la pandemia. Y empecé a hacer que la vivieran en directo. Según iban pasando los acontecimientos, de semana en semana, era nuevo para todos y para mí también», recuerda. Aquello cogió vida en forma de publicación y con ella, los personajes y la edición tuvieron un importante recorrido.
La taberna situada en la localidad de Irizar, un Macondo gráfico que es una mezcla entre Donosti y Bilbao donde residen 145.000 habitantes, se ha hecho muy popular. La descripción de los habituales con los que te encariñas nada más verles a pesar de sus taras, la ironía con que les retrata y la presencia del autor, que utiliza el bar para hablar de sus «movidas» y evadirse con sus digresiones, ha ido atrapando a los lectores hasta hacerles sentir uno más de la taberna. Aunque los perfiles que caricaturiza no son propiedad de los bares. «Me inspiro en todos los sitios. Lo que pasa es que en los bares, en cuanto la gente se toma un par de vinos cambia mucho la conversación. De estar un poco a la defensiva, pasan a relajarse y los filtros se caen».
Para imaginarse ese universo, Gastón lo pinta en un bitono negro y amarillo, que ya forma parte de su identidad. «Y el blanco, que para mí es súper importante; porque aunque sea el fondo es un color activo». Con esas tres tonalidades Iturralde consigue un ambiente gráfico potente e inusual. Eso y un dibujo limpio y elegante convierten a Un día en Beti Berdin Taberna en un cómic de los que dejan buen sabor de boca. Como el buen vino. Y claro, para presentarlo ha elegido una taberna: el Bardeblás, concretamente. Allí estará el viernes, a las 20 horas, brindando por la poética de lo cotidiano con una servidora.