Era una vieja ambición, un sueño que ha derivado en quimera: la realidad, siempre obstinada, lo ha negado definitivamente. El Cabildo de la Catedral se ha visto obligado a enterrar la posibilidad de abrir al turismo algunas de las zonas altas del primer templo metropolitano por dos cuestiones esenciales: la accesibilidad y la seguridad, más allá de lo que supondría -asunto también complejo- tener que recibir la aprobación de Patrimonio para realizar obras en el interior del templo, como podría ser la instalación de algún ascensor. «Lo hemos estudiado muchas veces, hemos tratado de buscar soluciones y alternativas, pero hemos tenido que desecharlo», explican desde el Cabildo. La pasada semana, en este periódico, su presidente, Félix José Castro, ya deslizaba esta cuestión a la vez que avanzaba una alternativa que será presentada en breve: la implementación de un sistema tecnológico que permitirá realizar, de forma de forma virtual, un recorrido por las zonas más altas del templo. «Sabemos de la belleza de muchas partes del templo que no pueden ser disfrutadas por la inmensa mayoría, y creemos que con este sistema vamos a conseguir que los visitantes y turistas puedan apreciar las maravillas que están ocultas o alejadas de la vista».
La posibilidad de visitar las agujas, el cimborrio o las terrazas ha sido un asunto recurrente en los últimos treinta años, máxime de un tiempo a estar parte, a medida que se acercaba el final de la rehabilitación integral del templo. Nunca fue sencillo de afrontar, en primer lugar por la estrechez y las numerosas escaleras de acceso de los husillos, y los informes técnicos relacionados con la seguridad nunca fueron favorables. La alternativa del ascensor, que también se planteó el Cabildo, exigiría permisos y autorizaciones, y también afectaría a la estética, cuestión de todo punto sensible tratándose de un edificio Patrimonio de la Humanidad. Y eso no dependería sólo de la voluntad del Cabildo, sino también de las instituciones que tendrían que aprobarlo. Nunca se consideró viable esta última opción (...).
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