Iconos para el recuerdo

Ó.C. / Miranda
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La ciudad pierde locales históricos con el paso del tiempo. Las nuevas formas de consumo, la jubilación y lo duro de ciertos trabajos están detrás del cierre de la Peletería de Boni Miranda, el bar Ibiza o la panadería La Moderna

Luisa y 'Pocheto', en su querido bar Ibiza. - Foto: Luis López Araico

Miranda pierde negocios históricos. Iconos que en muchos casos ya quedan para el recuerdo de la ciudad. Bares en los que no entrar más, tiendas en las que no poder comprar ese último regalo o negocios tan cotidianos como el pan. La Peletería B. Miranda está cerca de echar el cierre tras 65 años abierta en la calle San Agustín. La panadería La Moderna apagó su horno en el arranque de este mes. Hace poco más de un año el bar Ibiza bajó su persiana definitivamente. Todos están en fases diferentes, pero cada uno explica su historia. 

De los tres, solo hay uno en activo. Maite López sigue en el negocio en el que ha pasado cincuenta años junto a Bonifacio Miranda. «Empezó una tía mía y llevará abierto 65 años», afirma el hombre, quien reconoce que «da pena porque cierras y porque el calendario va para delante». Maite piensa más en las clientas que han pasado y las que aún acuden a su tienda, la que está a pie de calle, y en la que se consigue una confianza imposible en una gran superficie o en internet. La fecha final la fijaron para el 9 de junio, pero reconocen que todavía esperan que alguien cruce su puerta para dar un relevo y que la persiana no se baje del todo. Asumen que no será lo mismo, que habrá cambios, pero «tenemos la esperanza de que pueda cogerlo alguien», admiten. 

Juntos repasan los cambios que han vivido tras el mostrador en estos 52 años. «Hace 20 una prenda de piel barata costaba 200 euros y ahora pides ese dinero y no la compra nadie», afirma Boni, quien considera que la pérdida de poder adquisitivo ha marcado negocios como el suyo. Por eso, a partir de 2008 vieron que la piel tenía que tener una alternativa, porque «ahí empezamos a ver claro que teníamos que hacer algo y metimos más hogar para intentar terminar y llegar a la jubilación». 

José Antonio (izq.), junto a sus hermanos y su padre.José Antonio (izq.), junto a sus hermanos y su padre. - Foto: DB

Al final han llegado, no como José Antonio García. En su caso, decidió echar el cierre a la panadería La Moderna y admite que lo hizo porque tuvo que poner en una balanza los pros y los contras de seguir en un negocio muy duro, «en el que hacíamos pan 363 días del año». Más allá de su papel, reconoce el esfuerzo de su padre y el de su abuela antes, «porque ellos eran los verdaderos currantes», ensalza José Antonio. Su familia llegó a Miranda en la década de los 60, cuando entraron en el negocio «que ya estaba abierto», recuerda. Él empezó en 1995 a trabajar en un obrador que era parte de su casa, pero fue hace ocho años cuando empezó a ocuparse de todo «a hablar con uno, con el otro que se ha enfadado, buscar también a agente para trabajar, arreglar furgonetas... todo lo que conlleva llevar un negocio», aclara. José Antonio reitera que la panadería funcionaba «y lo hacía bien, porque no teníamos problemas económicos y llevamos pan a muchos sitios», pero reconoce que cada vez pesaba más lo negativo. «Ahora que no estamos, la gente valora el pan que hacíamos», reflexiona tras un mes cerrado.

Hace algo más de un año le tocó el turno al bar Ibiza por jubilación. Luisa Agustín y su marido Carlos Ayuso estaban al frente. Al emblemático camarero nadie le conoce por su nombre. Pocheto representa una estirpe de camareros en peligro de extinción. «Me metía con todos y he bautizado a todo el mundo», bromea junto a la barra en la que pasó 37 años de su vida. En su caso, no se plantearon traspasar el negocio. Su vivienda está arriba y ambos reconocen que si alguna vez lo venden se marcharán. Pocheto se resiste porque «estoy muy a gusto en el barrio», en el que los dos todavía ven la decadencia, alejados del «boom, que fue cuando cogimos el negocio».

Maite y Boni cerrarán el 9 de junio su local en la calle San Agustín.
Maite y Boni cerrarán el 9 de junio su local en la calle San Agustín. - Foto: Ó.C.

El viejo camarero reconoce que hay muchos que le paran y «me dicen que hace mucho que no cruzan el río». No lo hacen porque no está él, pero todavía hay quien acude pensando que está abierto.De hecho, «tuvimos que poner un cartel para que no entrara nadie, pero siguen viniendo», reconocen con cierta gratitud.