«Un pueblo sin bar no es nada», defienden los vecinos de las pequeñas localidades de la Bureba. Un seguro de vida y de entretenimiento que se mantiene, en muchas ocasiones, gracias a los valientes procedentes de tierras lejanas con afán de mejorar la calidad de vida de quienes les rodean. Basta llegar al local y charlar con quien haya. Muchas veces, sobre todo durante los días de labor del crudo invierno, no más de dos o tres personas. Suficientes -o casi- para comentar la actualidad, echar una partida de cartas o tomar un vino. Entre los humeantes cafés de las mañanas, los botellines de cerveza (a partir del mediodía), o las tapas -de estas solo disfrutan un pequeño porcentaje- los usuarios cuentan con su red social particular de andar por casa, aquella que les alegra el día a día.
Los ayuntamientos y entidades locales menores se esfuerzan en que los bares municipales y centros sociales permanezcan abiertos con la finalidad de conservar una cierta actividad y conseguir la difícil tarea de atraer población -aunque solo sea los fines de semana o durante las vacaciones- y turistas. Lo de aumentar el censo resulta misión «casi imposible», reconocen algunos alcaldes. Alquileres a muy bajo coste, incluso gratis, contratos que incluyen vivienda o la posibilidad de abonar solo algunas tasas son solo algunas de las condiciones que han conquistado a ciertos hosteleros, que no han dudado en empezar de cero y establecerse de continuo en una desconocida España vaciada.
Estos locales ganan en importancia -para muchos- a la panadería, pescadería o al cajero del banco porque disponen de ellos a pocos kilómetros de distancia y como mínimo una vez por semana, los vendedores montan -mejor dicho aparcan- el 'chiringuito' en la plaza. Sin embargo, el ambiente familiar que florece entre cuatro paredes, las tertulias que surgen y los lazos de unión que tejen unos clientes con otros son hechos típicos del bar. De ello dan fe Constantina Mauresan (Miraveche), Laura Zubiaur (Busto), Iñaki Merino (Hermosilla) o Jasmine Santos (Los Barrios de Bureba), cuatro foráneos de distintas partes del país -y del extranjero- que han encontrado en estas localidades de la comarca el lugar ideal para vivir y trabajar. Cada uno con una trayectoria diferente, la de algunos ligada a la barra y el cañero y la de otros a sectores que nada tiene que ver, se muestran encantados del cambio.
Constantina Muresan atiende en el bar de Miraveche a turistas los fines de semana. - Foto: DBTodos ellos comparten la idea de que un bar en pueblos que no superan a diario el centenar de habitantes, además de ser un negocio, cumplen función de centro social. Cuentan con una clientela fiel a la que miman como si la conocieran de toda la vida. Ahora son parte de su familia.
Constantina Muresan | Bar de Miraveche, procede de Madrid
"Los senderistas se chupan los dedos con mi cocido madrileño"
Aterrizó de su Rumanía natal hace más de una década y el punto de partida de su nueva vida lo fijó en la comunidad madrileña. Constantina Muresan, a diferencia de otros compatriotas que eligen la capital por la cantidad de oportunidades laborales que ofrece, apostó por el mundo rural. Acostumbrada a lugares en los que abunda la tranquilidad y el estrés en las calles queda a un segundo -o tercer plano- se estableció en un pueblo. Allí trabajó durante años hasta que, atraída por una hermana que reside en Briviesca, acabó por trasladarse al territorio burebano. Pero no al municipio más poblado. Miraveche se convirtió en su nuevo hogar. También el de su pareja, que la acompaña desde entonces y sirve alguna que otra caña si surge la ocasión.
La hostelera es de Portugalete pero veranea en Busto de Bureba desde hace años. - Foto: S.F.L.Desde que pisó el pueblo por primera vez supo que era su lugar y el bar municipal el negocio que quería trabajar, a pesar de que la despoblación azota con fuerza al territorio y la clientela, sobre todo entre semana, se limita a una decena de personas. Aún así ella es feliz con sus mujeres, aquellas que no pierden ni un solo día la visita. Jugar a las cartas es su pasatiempo principal, pero cotillear sobre los asuntos de los personajes que protagonizan las portadas de la prensa rosa o comentar la actualidad -ahora el tema principal se centra en las monjas clarisas de Belorado- se ha convertido en una tradición.
"Lo pasamos de maravilla", asegura la cantinera, que a sus 58 años todavía no piensa en la jubilación, a pesar de lo duro que se hace en ocasiones atender detrás de la barra. A ella le apasiona su trabajo y el trato tan directo con los clientes. La ubicación privilegiada del pueblo, en pleno Parque Natural de los Montes Obarenes, hace que los sábados, domingos y festivos pasen por el local "cantidad de senderistas con intención de degustar unas ricas tapas", comenta Muresan. La oferta gastronómica no se queda ahí y los clientes tendrán la posibilidad de disfrutar de catar un rico cocido madrileño bajo reserva previa, platos combinados, bocadillos o hamburguesas.
A pocas semanas de la llegada del verano pretende organizar alguna actividad en las instalaciones que animen todavía más a que los vecinos -pequeños y adultos- se reúnan y diviertan en el mismo lugar.
Iñaki Merino se mudó de San Sebastián a Hermosilla. - Foto: S.F.L.Laura Zubiaur | Bar de Busto de Bureba, viene de Portugalete
"He dejado un trabajo de oficina por vivir en Busto y cumplir un sueño"
Laura Zubiaur probó suerte detrás de una barra con la mayoría de edad recién cumplida. Sintió una especie de flechazo y desde entonces su trayectoria laboral ha girado en torno a la hostelería. Veinte años después, con demasiadas horas a sus espaldas, sintió la necesidad de parar y cambiar radicalmente de sector. Estudió Administración y Finanzas y consiguió un "buen trabajo" en una oficina.
Jornadas de trabajo de ocho horas -apenas sin estar de pie- y un ambiente relajado no fueron suficientes para que la de Portugalete (Vizcaya) se quitara de la cabeza retomar el oficio que más alegrías le ha aportado. Se enteró de que el bar municipal de Busto de Bureba, el municipio en el que veranea desde hace tiempo, perdió a la mujer que lo regentaba y fue entonces cuando se planteó cumplir uno de sus sueños: gestionar el negocio y asentarse en el mundo rural. Para algunos una decisión inexplicable, para la vasca, de 39 años, la mejor que ha podido tomar. Se despidió del despacho hace unos meses y el 27 de marzo, coincidiendo con la Semana Santa, se embarcó en una nueva aventura, complicada, pero que ansiaba desde joven.
La joven Jasmine Santos ofrecerá menús a partir de que el Ayuntamiento acabe de instalar la cocina. - Foto: DBDar una giro de 180 grados y generar una atmósfera más moderna y divertida son solo algunos de los objetivos que Laura se ha marcado y que cumple poco a poco. Con ayuda de una compañera elabora pinchos y sirve raciones a los clientes. De momento, la cocina solo se abre para ello pero próximamente el servicio se ampliará hasta la hora de las cenas.
La apuesta por organizar eventos de ocio no ha pasado desapercibida y el primero de ellos, un torneo de mus el pasado sábado, animó a la gente a pasar un rato más que agradable. Pero la oferta no se quedará ahí y a finales de mes "habrá un bingo a lo grande con actuación incluida y en agosto nos visitará la Dj Sofía Cristo", declara la hostelera, que además de implicarse en dar la mejor atención a los mayores, no deja de lado a los vecinos más jóvenes que apenas fallan un fin de semana en el pueblo. "Celebraremos eventos para todos los públicos", añade. Consciente de que Busto no puede permitir se tener el bar cerrado, esta vecina pretende animar el 'ambiente por mucho tiempo.
Iñaki Merino | Centro social de Hermosilla, de San Sebastián
"El 'txikiteo' y las partidas de mus no fallan a diario en el centro social"
'Txikitero' profesional, apasionado de los juegos de cartas y amante de los animales y el medio ambiente. A grandes rasgos, Iñaki Merino se define tal cual. Vasco, pero no de pura cepa -su madre procedía de Aranda de Duero y parte de su familia de Castil de Lences- desde joven sintió un especial arraigo con la comarca de la Bureba. Sin embargo, no fue hasta que se divorció cuando rompió moldes y dejó atrás su vida en San Sebastián para adentrarse en la España vacía, aquella que tanto le gusta. Han transcurrido seis años y no hay día que no piense en la "mejor" decisión que pudo tomar. Acompañado de su mejor amigo, un perro de raza setter irlandés color canela que ha conquistado el corazón de todos sus amigos, gestiona el centro social de Hermosilla, localidad en la que ha hallado su rincón más especial.
Ejerce como camarero -y cocinero de tapas- desde hace un tiempo aunque se jubiló hace casi dos años. Su pensión le permite disfrutar de una vida cómoda pero el vasco ha preferido mantenerse ocupado mientras ofrece un servicio "fundamental en un pueblo en el que ni siquiera hay misa", afirma. El garito abre la cancela por la mañana, no muy temprano, y la echa después de cenar. Así todos los días, y en los que surgen excursiones o compromisos inaplazables son los propios vecinos los que se sirven sus 'copillas' y meten el dinero en la caja. "Hay confianza para actuar así. Yo esto no lo hago para ganar dinero porque hay días de invierno que pongo dos o tres vinos. Lo hago por garantizar que un pueblo con cada vez menos vecinos disponga de un espacio de encuentro y diversión", manifiesta.
Estos bares "no son un negocio, son centros sociales. A estos sitios no vas solo a tomar un café; vas a jugar a las cartas o al dominó, a charlar, a socializar con la gente. Son imprescindibles para que la vida continúe en las zonas rurales, tan afectadas por la despoblación", añade.
El 'txikiteo' y las partidas de mus están aseguradas prácticamente a diario. Muchos de los veraneantes que alargan su estancia proceden de localidades del País Vasco, y al igual que el hostelero, tienen costumbre de salir todos los días y tomar sus consumiciones mientras charlan y comparten horas con la cuadrilla.
Jasmine Santos | Bar de Los Barrios de Bureba, llega de Briviesca
"Busco vivienda en el pueblo porque hago cuatro viajes al día"
A los 12 años dejó apenada Honduras en busca de una vida mejor. En Briviesca encontró la estabilidad junto a su madre y ahora, con tan solo 19, gestiona por primera vez un negocio. Se hizo eco de que el único bar que funcionaba en Los Barrios de Bureba, de propiedad municipal, se quedó sin empleados y rápidamente se interesó por los pasos a seguir para presentar una buena oferta y hacerse con el contrato de explotación. Lo consiguió y desde noviembre se ha convertido en una vecina más.
Por el momento no pernocta en el pueblo porque carece de vivienda propia -actualmente se encuentra en la búsqueda de un piso o casa en la que instalarse de continuo- y así dejar de lado el coche. A diario recorre el trayecto Briviesca-Los Barrios cuatro veces (mañanas, mediodías, tardes y noches) y confiesa que tanto viaje le hace "perder demasiado tiempo".
Jasmine sabe bien lo complicado que es sacar adelante un local en una localidad de poco menos de 200 habitantes -incluyendo los de las cuatro pedanías- donde tampoco sobra el dinero. "Hay que servir muchos cafés y copas los fines de semana para hacer una buena caja"", asegura. A diferencia de otros compañeros del sector que confiesan que en épocas concretas "no compensa económicamente" trabajar en un bar de estas características, la joven revela que en su caso sí.
Además de la labor social que sabe que realiza -sus clientes se lo recuerdan continuamente- la situación del local junto a la carretera CL-632 (la que une la capital burebana con Cornudilla) ayuda. Las paradas de trabajadores de la zona y viajeros con idea de desayunar o almorzar son constantes, por lo que pretende ampliar el servicio y preparar menús caseros. Si bien, para que este proyecto se transforme en una realidad deberá esperar a que el Consistorio acabe de instalar la cocina.
El público de mediana edad abunda entre la clientela pero Santos percibe que ha ganado usuarios jóvenes que llegan de sus ciudades los viernes y se quedan hasta el domingo. Destaca la "cantidad de fiestas y celebraciones" que se llevan a cabo a lo largo del año, independientemente de la época, con las que se consigue animar a los habitantes a que salgan más de casa.