Editorial

El innecesario uso de las lenguas cooficiales en el Congreso

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La recién elegida presidenta del Congreso de los Diputados, Francina Armengol, que fue recibida ayer por Felipe VI antes de iniciar la ronda de consultas para determinar el candidato a la Presidencia del Gobierno que se someterá a la investidura, dejó claro en su primer discurso en la Cámara Baja su intención de que las lenguas cooficiales se puedan utilizar por los diputados en los debates parlamentarios desde la primera sesión. Es solo una nueva concesión más a los partidos nacionalistas para lograr su apoyo en una más que presumible investidura de Pedro Sánchez y tiene muchas aristas y un encaje legal que abre el debate sobre la necesidad o no de tener que llevar a cabo una reforma del Reglamento de la Cámara. La propuesta inicial, sin embargo, fue rectificada ayer por la mañana en una emisora de radio tras asegurar la propia presidenta que primero dialogará con los partidos para ver las «posibilidades técnicas» de hablar lenguas cooficiales en el Congreso. Armengol insiste en su idea de conseguirlo lo antes posible.

La XV Legislatura arrancaba con esta propuesta que satisface una de las exigencias que los nacionalistas imponen para dar su apoyo al PSOE. De no ser así, y si no se concretan los acuerdos también de sus otras demandas, la repetición electoral podría ser una realidad tras el sudoku que salió de las urnas el pasado 23 de julio.

El Gobierno en funciones ya pidió al Consejo Europeo la oficialidad de las lenguas cooficiales dentro de la propia UE, una posibilidad que pasa porque los 27 Estados miembros lo aprueben por unanimidad. La única lengua cooficial reconocida por Bruselas fue el gaélico tras la entrada de Irlanda en 1973. Habrá que ver lo que sucede.

Lejos de las prebendas, es obvio que no hay necesidad alguna de implantar el uso de las lenguas cooficiales en el Congreso de los Diputados. La Cámara Baja es considerada la casa de todos y no tiene mucha lógica que allí se utilicen varias lenguas y no únicamente la oficial que comparten todos los ciudadanos, cuando el objetivo es conseguir el entendimiento a la hora de debatir en sede parlamentaria sobre cualquier temática que afecta al conjunto del país. Los argumentos que hablan de la riqueza y la diversidad están muy bien traídos para la otra Cámara, la Alta, un Senado que tiene la consideración de representación territorial y donde, desde 2005, las lenguas oficiales se pueden utilizar en algunas intervenciones. Sin embargo, las Cortes Generales son el órgano que representa al pueblo español y, como tal, en él se debería seguir utilizando la lengua común.

El melón del uso de las lenguas cooficiales es un debate artificial que deriva únicamente de dar satisfacción a las pretensiones de los partidos nacionalistas de seguir dando pasos en su camino hacia la utopía de la autodeterminación, pero que no tiene sentido alguno implantarlo en una Cámara como es el Congreso de los Diputados.