Tan llamativa como la camisa y collar que llevaba en la presentación del ciclo es la obra de Jonathan Hammer. Color, exceso, «catarata de discursos» o «magma» como definió Javier del Campo sus obras. En grandes formatos, dibuja la vida a borbotones, combinando texto y forma, papel, cerámica y marquetería. Su Dyslexic Twister (La dislexia tiene su lado positivo) es una de las tres muestras con las que se estrena un nuevo ciclo expositivo en el CAB. La suya impacta por la amalgama de ideas y su manera de representarlas en biombos, cuadros de cuero como collages, cerámicas que parecen monstruos, murales, cerámicas y cuadros gigantes que aluden a la historia, la sociología, la identidad sexual, la poesía y el ocultismo.
Es imposible en una visita abarcar una obra que el artista de Chicago dice crear «para soportar los problemas del mundo». Con sus creaciones no trata de contestar a esas cuestiones, pero «me ayuda a digerir y regurgitarlas suponiendo ideas. Todo lo que pasa es material para el arte», añade aludiendo también a que sus técnicas fluidas dan como resultado un volcán expresivo. Esta es su primera exposición en una institución española pese a llevar años residiendo aquí y se puede recorrer en el primer piso.
En la planta -1 la obra de Pablo Armesto es mucho más relajante. Con fibra óptica, hace de la línea su hilo argumental para crear instalaciones inmersivas que se mueven a medida que cambian las luces. Sus obras se pueden ver desde el suelo (tumbándose debajo) o a la altura de los ojos, dejándose cautivar por unas formas geométricas que hablan del discurrir de la vida, del camino y el instante.
Complejidad, araña, laberinto es un verso de Rafael Alberti de un poema que dedica a la línea, esa sucesión de puntos que en su caso es una suma de ciencia, matemáticas, espiritualidad y energía. Mirar las composiciones de luz podría llevar días enteros: «Se nutre de una apariencia tecnológica pero tiene un componente deslumbrantemente artesanal», destacó además el director de Arte, Javier del Campo.
La tercera exposición del ciclo es la de Lorena Amorós, que ha pintado in situ, sobre los muros del museo, unos dibujos a carboncillo y spray sobre personajes de ciencia ficción. Deseo futuro habla del Manifiesto para cíborgs, una de las obras de Donna Haraway sobre la ciencia desde una perspectiva feminista. Junto a esculturas transparentes que parecen «reliquias de otros mundos», Amorós se imagina otros futuros de la mano del deseo.