«Estamos muy orgullosos de ser nietos de María Teresa León»

ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
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Pablo y Gabriel De Sebastián, nietos de María Teresa por parte de su hijo Enrique, se sienten profundamente orgullosos del legado de su abuela, de la que tienen recuerdos impagables, muchos de ellos en su exilio en Roma

Pablo y Gabriel de Sebastián sostienen una copia de la imagen en la que su abuela está con sus dos hijos, Enrique, el padre de ambos (a la izquierda de María Teresa León) y Gonzalo. - Foto: Patricia

Es imposible no adivinar los ojos azules de María Teresa León en la mirada de su nieto Pablo,  alto, esbelto y de las mismas formas ensoñadoras, dulces y suaves de su abuela. Es imposible no detectar  la emoción que le provoca tomar en sus manos algunos de los artículos que ella publicó hace cien años en Diario de Burgos, a los que se acerca suavemente como temiendo molestar a unas letras que llevan un siglo descansando. Pablo de Sebastián es un artista pero no solo cuando pinta -actividad a la que se dedica desde que era joven- sino siempre, cuando está en el mundo, y la sensibilidad que le acompaña y que se aprecia en la forma delicada que tiene de coger unas simples fotocopias es otro legado que la abuela le dejó, además de un montón de cariño de ese que se guarda no solo en la memoria. Él y su hermano mayor, Gabriel, fueron testigos privilegiados de todo el amor que María Teresa tenía guardado para ellos después de que las circunstancias -familiares primero y políticas después- le alejaran de sus hijos Gonzalo y Enrique, padre de estos dos sexagenarios que tienen presente cada día a la abuela María Teresa y a toda la troupe de intelectuales y amigos que poblaban la casa que compartió en Italia con su marido, Rafael Alberti, y que ellos visitaron asiduamente durante su adolescencia.    

Gabriel y Pablo son hijos de Enrique de Sebastián -el segundo hijo de María Teresa y Gonzalo de Sebastián- y de Perfecta Lomas, un matrimonio que pronto marchó a París, donde los dos chavales se criaron. Allí pronto recibirían la visita de la abuela, que tenía una especial predilección por pasear con los dos por las calles de la ciudad y por hacerles regalos. «Íbamos con ella a las Galerías Lafayette y a Printemps, donde le gustaba comprarnos cosas. Nos quería mucho y era tan dulce e inteligente como todo el mundo la recuerda. Volcó todo su amor por nosotros con mucha discreción, era tranquila, pacífica, cultísima...», rememoran los hermanos mientras ojean el álbum familiar y señalan los retratos que pueblan las paredes de su casa.

 En ellos se puede ver delante de una chimenea y muy serios a los bisabuelos Hipólito Goyri y Erruz, con severo bigote prusiano, y Rosario de la Llera; al abuelo Gonzalo de Sebastián, con aire de actor de cine, muy elegante con gomina y pajarita y, dando un enorme salto en el tiempo, a María Teresa con su nieto Pablo y el cantautor Paco Ibáñez bromeando ante una mesa muy bien surtida; a los dos muchachos con la abuela y Alberti o a María Teresa con la madre de ambos, Perfecta Lomas, en una de las últimas fotos de la escritora antes de su fallecimiento, el 13 de diciembre de 1988, y en la que con sus ojos vivos, su sonrisa dulce y su pelo de algodón pareciera una de las hadas de Cuentos para soñar.

Momentos privilegiados. De la misma manera que ahora se sienten muy orgullosos del legado artístico de su abuela, es para Pablo y Gabriel un auténtico privilegio repasar las tardes en la mítica casa de Vía Garibaldi, en el barrio del Trastévere, en Roma, y los paseos en Anticoli Corrado, la localidad a unos 50 kilómetros de la capital italiana donde León y Alberti pasaban épocas de descanso. «Era muy madrugadora, le gustaba levantarse pronto para pasear y disfrutaba mucho de la naturaleza y, sobre todo, de los pájaros. Y nosotros la acompañábamos en esos paseos», recuerdan ambos. También, que era muy querida por sus vecinos del barrio y que era muy trabajadora, que se pasaba horas mecanografiando los textos que le pasaba Rafael «y corrigiéndolos», precisa Gabriel, quien, como su hermano, solo tiene buenas palabras para la figura del poeta gaditano, del que guarda un magnífico recuerdo. 

«Alberti un gran hombre que nos demostraba mucho afecto, era un buenazo y a nosotros, que éramos unos chavales, nos parecía que estaba siempre en las nubes, pensando en sus cosas, en sus versos... A nuestro padre le gustaba mucho hablar con él de política, comentar con detalle cómo iban las cosas en España», rememoran los hermanos que ya en la edad adulta se dieron cuenta del tremendo lujo que disfrutaron al compartir tantas veladas con  autores de la talla de Juan Goytisolo o Miguel Ángel Asturias: «Todos estaban medio enamorados de María Teresa -rememora Gabriel con una sonrisa- porque ella hacía que estar en su casa fuera especial, que nadie se sintiera fuera de lugar. Cocinaba y preparaba todo para que la gente estuviera cómoda y ella era feliz rodeada de amigos, que no se aburrían nunca y a quienes impresionaba con su presencia, que todo lo iluminaba. La echamos mucho de menos y estamos muy orgullosos de ser sus nietos».