Un parto sin prisas

G.G.U. / Burgos
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Una mujer que rompió aguas en el parking de Urgencias denuncia que, a pesar de urgir ayuda porque tocaba la cabeza del bebé, tardaron en salir y la niña nació camino del paritorio

La mujer denuncia ante la gerencia del hospital que recibió poca ayuda por parte del personal de Urgencias. - Foto: Patricia

Blanca Navas es rotunda: «Si un hombre entra en un bar gritando que su mujer ha roto aguas en la calle y que necesita ayuda, es seguro que alguien va a salir. Mi marido hizo eso mismo en las Urgencias del HUBU cuando yo estaba en el aparcamiento y le dijeron que cogiera una silla de ruedas para meterme». Cuando el hombre salió, ella le informó de que no era capaz de sentarse, «por el dolor y porque ya podía tocar la cabeza de la niña». Al final, la cría nació sobre una camilla en un pasillo del hospital, camino de los paritorios, y, aunque madre e hija están bien, Navas ha presentado una queja en el HUBU para denunciar ante la gerencia el trato recibido: «Mostraron gran falta de competencia».

El relato de esta mujer comienza a las 01.00 horas de la madrugada del viernes 17 de noviembre, cuando fue a Urgencias porque tenía contracciones desde hacía horas y, por la experiencia con su primogénito, entendía que estaba de parto. Explica que la exploraron y monitorizaron, pero la mandaron de vuelta a casa al considerar que era muy pronto para el ingreso. «Expliqué que en mi primer parto tardé mucho en dilatar los primeros centímetros, pero que luego fue todo muy rápido», recuerda, subrayando que, aun así, le dieron el alta. A la hora de salir del hospital, la pareja volvió a causa de la frecuencia de las contracciones y con la esperanza de que ya fuera posible administrarle anestesia epidural. Sin embargo, Navas no pudo pasar del aparcamiento, porque rompió aguas. «Me miré las manos y las tenía ensangrentadas, así que, como ya no podía moverme, le pedí a mi marido que avisara de que estaba fuera», recuerda, matizando que, para cuando su pareja regresó con la silla de ruedas, ya era posible tocar la cabeza del bebé. 

El padre de la criatura volvió corriendo a la ventanilla para urgir ayuda y Navas esperó «medio arrodillada en el suelo y gritando» y, cuando regresó el marido «con cuatro mujeres y una camilla, me dicen que me suba». Este punto irrita especialmente a la familia, porque Navas mide 1,57 metros y recalca que en esa tesitura no podía subirse sola y que, además, «estaba muy alta». Así, el personal la bajó y, siempre según consta en la reclamación «entre las cuatro apenas aciertan a subirme. Pesaba 60 kilos y entonces ya veía la cabeza asomando. ¿Qué hubiera pasado si hubieran tenido que atender a una persona más voluminosa?».

La mujer explica por teléfono que, mientras la trasladaban, informó de que «no podía más y de que la niña salía ya»; cosa que sucedió: «En la siguiente contracción, sale la niña de golpe, en la entrada a los ascensores y, afortunadamente, la cogió una pediatra que se había acercado a ayudar, que me hizo caso y ayudó a mi marido a quitarme las mallas y las botas».

Navas y la niña están bien «porque no hubo complicaciones», pero destaca que podría haber sido distinto. Y su objetivo con la queja ante la gerencia del HUBU y en este periódico es «que nadie más reciba ese trato: no me atendieron en la calle ni con la celeridad adecuada y menospreciaron mis peticiones y mi dolor». Ahora bien, también recalca que en la planta de Obstetricia «todo el personal fue encantador».

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