Retornaron los Reyes Magos a sus lugares de origen y, además de regalos, nos han dejado el fin del llamado espíritu navideño, que, desgraciadamente, dura lo que dura; es decir, pasan las entrañables y familiares fiestas y volvemos a ser lo que éramos antes de desearnos felicidad y prosperidad; volvemos a la rutina diaria, que tiene mucho que mejorar, especialmente en lo tocante a solidaridad, empatía y ayuda a los demás. Hoy es el primer día de esta "nueva" etapa y basta con leer, escuchar o ver las noticias para comprobar que de "nueva" tiene muy poco. Ya están en el rincón del olvido las grandes promesas y los compromisos adquiridos… aunque solo haya sido con la boca pequeña. Ya nos enfrentamos otra vez a un panorama que, siendo benignos, podemos calificar de sombrío. Ni siquiera el nacimiento del Niño Dios, celebrado por los cristianos, ha calmado las revueltas y sangrantes aguas internacionales. Israel ha seguido matando indiscriminadamente en Gaza; Rusia no cesa en su ofensiva en Ucrania; la violencia terrorista se ha cobrado víctimas en Estados Unidos; Yemen, Líbano y Siria pueden convertirse en polvorines prestos a estallar; Venezuela será, lo es ya, otro peligroso punto de fricción… La lista sería interminable si alguien, los que mandan en cada sitio o a nivel global, no aplica la cordura, la sensatez y la necesidad de negociar, pactar y acabar con el dominio brutal de las armas. Pero no parecen dispuestos a ello. No hay síntomas de que las cosas vayan a ir por otros derroteros. Al contrario: con Putin y Trump al mando de los dos países más poderosos del mundo todo puede ir a peor, especialmente si el mandatario norteamericano abre, como parece, una guerra comercial con China, que desembocaría en un nuevo conflicto mundial. Habrá que esperar acontecimientos y salpimentarlos con un poco de esperanza y optimismo. En el panorama nacional, más de lo mismo. Llevamos pocos días del 2025 y ya han retornado las declaraciones fuertes, la agresividad, el cruce de acusaciones, los insultos y las citas en los tribunales. ¡Y tenemos 359 jornadas por delante; madre mía la que nos espera!