Un patrimonio industrial único en todo el país quedaba esta semana a ras de suelo y su entorno a punto de caer en el olvido. Un panorama desolador enmudecía la voz de los vecinos de Sargentes de la Lora con las lágrimas queriendo brotar como en 1964, pero esa vez de alegría, al ver de las entrañas de la tierra el crudo que puso en el mapa mundial a esta comarca del norte burgalés. Todas las alarmas saltaron el lunes cuando, sin previo aviso y sin las licencias administrativas pertinentes, comenzaban las obras para desmantelar el campo petrolífero de Ayoluengo. Se consiguió evitar el destrozo total y ahora hace falta que se declare como Bien de Interés Cultural lo más rápido posible para hacerlo intocable.
Se salvó por la campana en esta ocasión gracias a la denuncia que presentó Carlos Gallo, alcalde de Sargentes, ante la Guardia Civil contra la Compañía Petrolífera de Sedano (CPS) al considerarlo un abuso y una ilegalidad por no esperar la resolución al recurso de alzada presentado por el propio Ayuntamiento contra la resolución de la Secretaría de Estado de Minas por la declaración de impacto ambiental. Los guardas forestales del Servicio de Medio Ambiente obligaron a parar los derribos al estar en el parque Hoces del Alto Ebro y Rudrón. En solo tres horas, quedaron reducidos a chatarra seis de los dieciocho caballitos de explotación que quedaban, pero... ¿qué esconde realmente este tesoro por cuya conservación se lucha con determinación para evitar que se pierda en la memoria?
«La noticia del siglo: ¡Petróleo en Burgos!», titulaba este periódico el 1 de enero de 1965. En ese momento se hacía un repaso del año previo y ya quedaba clara la importancia del acontecimiento. Se habían efectuado sondeos en cuatro pozos y en la publicación se confirmaban las «favorabilísmas impresiones sobre la riqueza del yacimiento petrolífero de La Lora burgalesa». Fue el 6 de junio de 1964, a las 11,45 horas, cuando se desató la alegría en el pueblo, en la provincia y en todo el país al descubrir que surgía petróleo en el pozo de Ayoluengo-1. Los trabajos de prospección centraron la atención de toda una sociedad que esperaba el anuncio de que el yacimiento resultaba industrialmente productivo. En 1900 comenzó una primera exploración en Huidobro con dos sondeos, aunque el primer pozo de petróleo fue la perforación 101. El oro negro llegaba como una oportunidad extraordinaria y que hubiese dado una vida impresionante a un territorio que ahora se encuentra duramente golpeado por la despoblación.
De La Lora se han extraído 17 millones de barriles de petróleo y según los estudios que realizados aún queda el 85%, lo que supone unos 120 millones de barriles, tal y como asegura Carlos Gallo. «Da pena ver el número cinco destrozado», manifiesta, ya que significa algo más que un símbolo puesto que solo él sacó más de un millón de barriles y tenía capacidad de ser el caballito con mayor capacidad de trabajo de toda la historia de España. Se trata de uno de los principales que se tenían que guardar por su producción junto con los dos que visualizan La Lora así como otro que está escondido entre encinas y marca esa simbiosis de la naturaleza con el petróleo.
El patrimonio lo conforma un paisaje que durante cincuenta años lo ha hecho único en el territorio español y los icónicos caballitos sirven de muestra de ese potencial. Estos recursos poseen valor emocional e industrial. «El elemento de por sí forma parte importante de la unidad de bombeo y ha trabajado día y noche durante cincuenta años», asegura Gallo. Hubo hasta 52, que se fueron quitando de su posición y hay pozos que llevan años sellados. En marzo de 2018, la empresa despidió a los 18 trabajadores que quedaban y se desvaneció la oportunidad laboral que suponía. No se logró poner en marcha de nuevo pese a los esfuerzos y ahora queda ese recuerdo fundamental para todo aquel que desee visitar la zona. Cuando en octubre de 2018 la Secretaría de Estado comunica el desmantelamiento del campo «es evidente que se tenía que proteger un bien único», insiste Gallo.
Lo que indudablemente ha aportado en este tiempo ha sido un inmenso beneficio a la comarca. Se ha convertido en un verdadero recurso turístico y pedagógico, y solo este año -aún en una situación especial por la pandemia en la que no han podido llegar excursiones- han pasado por el Museo del Petróleo 4.000 personas. Se ha trabajado en esta línea también en los últimos años, con una inversión de 600.000 euros por parte del consistorio, como una firme apuesta de futuro con el fin de difundir la historia del campo petrolífero, transmitir los conocimientos a los visitantes así como impulsar el turismo. De hecho, en este sentido se ha puesto en marcha también el denominado Sendero del Petróleo.
Un verdadero atractivo para quienes muestren interés por la historia del país o la historia industrial hasta para los apasionados de la geología. Muy frecuentado también por estudiantes universitarios por todo lo que se puede aprender. «El estar sobre todo englobados en el Geoparque de Las Loras, siendo el objeto 71, no deja indiferente a nadie», explica Gallo, al tratarse de uno de los más completos del mundo para observar el proceso del petróleo. Un conjunto que abarca más de 10.000 hectáreas y que también está incluido en el Parque Natural Hoces del Alto Ebro y Rudrón, figura de protección de la Junta de Castilla y León.
Historias y recuerdos conservan el legado inmaterial vinculado a la explotación. Mención especial merece el documental El sueño del oro negro, seleccionado por el Ministerio de Cultura para el prestigioso Festival de Cine de Berlín, conocido como Berlinale. Narra el pasado, presente y futuro de la única zona del país con un yacimiento de petróleo a cielo abierto. Se rodó en distintos lugares del municipio con la participación en el mismo de Marco Antonio Manjón, uno de aquellos niños impactados por la aparición del petróleo; Carlos Gallo, actual alcalde del municipio; Jorge Navarro y el historiador Miguel Moreno.
Numerosos valores. Los servicios técnicos de la Subdirección General de Gestión y Coordinación de los Bienes Culturales en su informe destaca su valor histórico, tecnológico y técnico, de identidad y memoria, singularidad, como recurso social y cultural así como paisaje cultural. De este modo, entienden que la mejor manera de proteger este espacio pasa por su declaración como Bien de Interés Cultural. Y según expresa Jorge Navarro Comet, autor de la investigación El campo de petróleo de Ayoluengo: 50 años de historia, se trata de «un lugar ideal para introducirse en las técnicas que se emplean tanto en la producción como en la exploración de hidrocarburos» y visitarlo permite conocer «en qué consisten las instalaciones de superficie, recorrer los pozos en producción y ver en funcionamiento sus sistemas de bombeo».
Por todas estas razones ha recibido importantes apoyos a favor de su conservación por parte de asociaciones y sociedades geológicas, académicos, del Instituto Geológico o del Geoparque Las Loras de la Unesco. Y también del Comité Nacional Español del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS), que lo considera «merecedor del máximo grado de protección que asegure su conservación, puesta en valor y difusión».
Los pueblos tienen oportunidades increíbles como esta y no se pueden desaprovechar. Pero todo el inmenso patrimonio corre ahora peligro y se debe actuar con la máxima rapidez para evitar su destrucción. La confianza se centra en estos momentos en la Junta de Castilla y León para hacer intocable este bien incoando un expediente de Bien de Interés Cultural (BIC) que resultará clave para el futuro del campo petrolífero de La Lora.