Despedida a toda una vida de lucha

Ó.C. / Miranda
-

Eulalia Mallofré se acaba de jubilar al frente de Afami y deja la primera línea contra el alzhéimer tras 30 años. En el colectivo seguirá de presidenta

Eulalia Mallofré, (segunda por la izquierda) junto a parte del equipo de Afami del que se despidió ayer.

La lucha de Eulalia Mallofré contra el alzhéimer empezó por un nombre propio. Milagros Ruiz era su suegra y con 56 años chocó contra la enfermedad. «Era muy joven y nos llegó que en Estados Unidos había un fármaco», recuerda Mallofré, que desde aquel instante ocupó la primera línea contra estas demencias en Miranda. Para ello, creó Afami, la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzhéimer y otras demencias, constituida en 1995. Casi 30 años después, dejará la dirección y lo hará con 41 empleados y 147 usuarios.

Mallofré puntualiza que seguirá al frente de la asociación, pero su papel cambiará. Atrás deja media vida. Antes de convertirse en asociación, recuerda que «estábamos dos o tres familias y nos reuníamos en El Casino». De aquello pasó al registro oficial y en 1997 «abrimos solo fines de semana en el centro de día junto a la Cruz Roja, donde había actividad entre semana y sábado y domingo quedaba libre», rememora Mallofré. Tras aquella pequeña rendija comprobaron la necesidad que había en Miranda, porque «arrancamos con 20 usuarios, pero veíamos que así no podía ser», reconoce. 

En el 2003 llegó su primer local, pero había un problema «porque metíamos quince personas y la lista de espera era de 30 o 40», revela la presidenta, quien amplió el espacio en otra ubicación, «donde también hemos ido tirando paredes, porque siempre se nos ha ido quedando pequeño». Además, han sumado servicios, como el de daño cerebral adquirido «que fue el último», puntualiza. El crecimiento de la asociación obligó a que en 2012 Mallofré pasará a formar parte de la plantilla, como directora, hasta este viernes, cuando dejó el cargo. 

Lo más difícil en su camino fue la pandemia. «Fue muy triste», lamenta, porque obligó a que muchos enfermos a quedarse en casa. Las llamadas a las familias se volvieron constantes y llegó un momento en el que apostó por retomar la actividad en julio de 2020. «Nadie me dijo abre», lamenta Mallofré, que recuerda la incertidumbre que vivió y el riesgo que corrió «porque abrí bajo mi responsabilidad», matiza.

Con aquello superado, decide dar un paso al lado. Al mirar hacia atrás ve los cambios. «Lo que saco en todos estos años es que se ha hecho un bien para el enfermo de alzhéimer», porque ahora ha mejorado su calidad de vida gracias a la investigación, que «ha avanzado mucho y lo de ahora no tiene nada que ver con el año 95», aplaude.