Algo tendrá el agua cuando la bendicen, dice el refrán. Y aunque Arija ha tenido -con razón- sus más y sus menos con el embalse del Ebro, el pantano sin duda rige su destino dotando al entorno con los poderes y los secretos del agua. Playas naturales, paraíso ornitológico, edén para la pesca, escenario dulce para practicar la vela, el surf de remo, el piragüismo o el katesurf, lagos temporales para atravesar a nado en verano, rincones placenteros donde estar a remojo... El agua en este mar de Castilla es el latido que le da vida, es fuente de salud y destino de ocio, paisaje y medio de subsistencia.
Parece mentira lo que un pantano puede suponer. Arija está ligada al agua que lo baña y ha sabido sacarle partido a un embalse que al principio no fue precisamente su maná. Pero ese mar interior de agua dulce señala un grato horizonte vinculado a la naturaleza, el turismo al aire libre, los deportes acuáticos o el senderismo. Antes la historia había sido otra, y otro su futuro. A principios del siglo XX, tras la llegada del ferrocarril y con la instalación de la fábrica Cristalería Española, el pueblo había crecido rápidamente, llegando a tener cerca de 4.000 habitantes antes del estallido de la Guerra Civil. Pero con la construcción del pantano y el cierre de la fábrica las tornas cambiaron el curso del agua. Entre lo que quedó sumergido y la caída de la población, Arija tuvo que remontar el río para salir a flote.
El barrio de Vilga (o de abajo) que se construyó para dar cobijo a los trabajadores de esa industria que sacaba arena del río conserva las casas que se distinguen por imponerse su arquitectura francesa de estilo historicista. Ya no es la dinámica y bulliciosa zona que parecía una pequeña ciudad. Ahora mira a la zona sur del embalse y encamina sus pasos hacia la arena de la playa y al ocio vinculado al agua. Algunas viviendas se han restaurado como segundas residencias y recuerdan que el verano es la época de repoblación de los pueblos y otras han sido engullidas por el paso del tiempo, esperando que la dirección del viento les dé su oportunidad.
Vista del embalse y de parte de la localidad desde el Gurugú. A la izquierda queda el puente del ferrocarril y el barrio antiguo de Arija. Bajo esta cumbre, el barrio de Vilga - Foto: Jesús J. MatíasUna vez superadas las viviendas y la zona de bares y restaurantes, las autocaravanas y los neoprenos prevalecen en el paisaje. La playa avanza y el enclave ofrece tantas posibilidades como permita la climatología. A la izquierda proliferan las barbacoas y la zonas de esparcimiento. Ala derecha, después de pasar el cámping de primera categoría, el pantano juega con los recodos creando pequeñas islas e incluso lagos que aparecen o desaparecen con el nivel del agua.
En la zona más abierta las huellas de esa infraestructura que pretendía unir Cantabria con Burgos nos recuerda que el paisaje no siempre fue así. Lo que queda del puente Noguerol -que reduciría a cuatro kilómetros la distancia entre Población y Arija- sale a flote para desesperanza de los vecinos de la zona. Se vino abajo en 1952, unas semanas después de que Franco inaugurara el embalse y ambas orillas volvieron a alejarse. La plataforma de conexión sucumbió por la mala calidad del cemento utilizado, por las prisas o lo que fuera, pero nadie entiende que más de medio siglo después haya que recorrer treinta kilómetros por carretera entre ambas localidades por una negligencia como aquella.
El agua aquí tiene esos secretos que comparte con deportes acuáticos que dan para contar con club náutico y escuela de vela. En las playas de una arena rica en sílice -de ahí que se extraiga a varios metros de profundidad para usar en el vidrio y la fundición principalmente- hay espacio para el baño, tomar el sol, asistir a conciertos en el agua o recorrer a nado o en barca un lago que desaparecerá en invierno, cuando el agua elimine esa enorme piscina y el camino que lo separa del resto del embalse. Ymás al norte, esas mismas playas acogerán a los aficionados a los deportes acuáticos que necesitan del viento. No es ninguna broma, por otro lado, porque aunque sea un embalse se dan olas de varios metros.
Zona especial de protección para las aves. Entre los poderes que tiene el agua está el de ser fuente de vida, y el pantano en la zona de Arija ha sido protegido por la Junta por ser un enclave ornitológico idóneo para el observatorio de aves. «El embalse del Ebro es uno de los humedales más importantes para las aves acuáticas en Castilla y León, con importancia también a nivel nacional e internacional», señalaba el documento que lo declaro ZEPA, Zona Especial de Protección para las Aves. El embalse, además, es Reserva Nacional de Aves Acuáticas.
Aunque no nidifican, varias especies de aves rapaces visitan la zona habitualmente para alimentarse, como alimoche, buitre leonado, águila real y halcón peregrino. También hay población reproductora de ánade friso, somormujo lavanco y gaviota patiamarilla, entre otras. Las aguas del embalse y los humedales de la zona les dan cobijo y alimento y suponen un atractivo más vinculado al líquido elemento.
Sabedores de esta riqueza, a lo largo de todo el municipio (tanto el barrio antiguo como el de Virga) hay veinticinco mesas informativas que dan cuentan de las especies autóctonas, de la fauna y de la flora. No en vano la localidad comparte con Alfoz de Santa Gadea el monte Hijedo, una de las masas forestales caducifolias más extensa y mejor conservada del norte del país. Además existe un sendero que recorre este bosque de hayas, tejos centenarios y roble albar. Un territorio privilegiado para el disfrute del medio natural que, en el caso de los amantes de la bicicleta, el pantano proporciona setenta kilómetros para rodearlo con paisajes cambiantes que pertenecen a Burgos y Cantabria.
Hablando de fauna, el agua de Arija es el hábitat de otros seres vivos: los peces. La vegetación sumergida que sirve de pez pasto y las condiciones climáticas ayuda a que exista trucha común de calidad, barbo y carpa. En la playa de cantos del barrio antiguo suelen congregarse los pescadores, compartiendo sus cañas con las huellas de los pueblos que quedaron anegados por el pantano. Y de otro de sus puentes.
Se nos acaba el espacio y aún falta por mencionar el poder curativo del agua que, en esta zona del Ebro, está representado por el balneario de Corconte. Por sus características, va bien para los cálculos renales, la hipertensión y el reúma.