Llegó a España hace año y medio con pocas cosas en la maleta, sin ninguna idea de futuro y con el pesado trauma de dejar atrás todo lo que hasta entonces había sido su vida. La historia de esta joven ucraniana es similar al drama que han tenido que vivir 8,4 millones de compatriotas suyos que desde el comienzo de la guerra se han visto obligados a abandonar su país.
G.K. reconoce que decidió venir a nuestro país después de conocer la existencia del Programa de Protección Internacional, iniciativa que en el caso de Valladolid, entre otras entidades, desarrolla el Centro Hospitalario Benito Menni (Hermanas Hospitalarias) desde hace un año y que tiene como objetivo ayudar y acompañar a las personas refugiadas que se han visto obligadas a abandonar su país por motivos políticos o por otras circunstancias especiales como ha sido la invasión rusa de Ucrania.
«Gracias a este programa tengo un alojamiento, comida y artículos de primera necesidad», confiesa esta joven, que también ha podido asistir a un curso de castellano que se desarrolla dentro del mismo programa y que, meses después, le ha permitido hablar bastante bien el idioma y poder hacer cursos de SEPE ECyL para confirmar su experiencia laboral. «También estoy buscando trabajo. Pero no es fácil encontrarlo, si no tienes los títulos homologados», confiesa G.K.
El programa que desarrolla el Benito Menni y que arrancó el pasado mes de enero, se prolongará durante los próximo cuatro años y alberga a familias y personas procedentes de Ucrania, aunque desde mediados de año también se han sumado refugiados de Colombia, Venezuela y Perú.
Además de facilitar una vivienda y ayudas de manutención, un equipo formado por psicólogos, educadores, abogados, integradores y profesor de español, apoya en todo momento a los refugiados en una primera fase, con acciones como pueden ser acompañamientos médicos y orientación sociolaboral. El programa ya ha dado sus primeros resultados y en estos momentos son siete las personas que ya han encontrado un trabajo.
La educadora Rocío Vallelado destaca el contraste de de las personas que llegan al programa, tanto por su formación, como por el drama que han tenido que superar, por lo que tiempo de adaptación es siempre diferente. Además, explica que el choque emocional, tanto por la cultura como por el idioma, suele ser menor entre las personas latinoamericanas.
Pero a la vez, Vallelado, resalta que con este programa también se busca la integración social de estas personas con otro tipo de actividades culturales y deportivas como pueden ser visitas a las bibliotecas públicas o a museos. En este apartado es donde se ha incluido un taller de Arteterapia, con el que según reconoce su monitora, María Escarda, «pretendemos llegar donde no llega la palabra».
A su vez, Escarda explica que el taller pretende ser un espacio de libertad y encuentro con la creatividad que «todos llevamos dentro. Se trata de rescatar el potencial artístico que está dormido y convertirlo en una herramienta para superar los peores recuerdos del pasado reciente».
En el caso de G.K., este taller la ha ayudado a expresar sus emociones. «Es una gran oportunidad para escucharme a mí misma y entender lo que realmente siento en ese momento. A veces siento resistencia interna y me falta de voluntad para hacer algo sobre un tema determinado, y entonces solamente hago lo que quiero hacer en ese momento», resalta, a la vez que subraya que nadie evalúa sus obras en términos de valor artístico.