Elo Hernández y Cristian Medina es una pareja de chilenos que lleva residiendo algo más de un año en Salas de Bureba. Su radical cambio de vida les va bien, según confiesan. Los dos proceden de la capital de su país, donde se agolpan 6 millones de habitantes. Así que el salto ha sido «espectacular». Por primera vez en nuestra vida, hemos puesto un huerto ecológico», explican ilusionados. Ambos son artistas. Ella, realiza trabajos a mano con lana y tela y cultiva el scrapbocking, una técnica que consiste en hacer collage para crear una composición de memorias y recuerdos mediante fotografías.
Él, se dedica a la pintura y la escultura y reconoce que vivir tan cerca del campo le está cambiando. «Es curioso, ahora me ha dado por pintar flores», señala. Cristian afirma que su proceso creativo fue complicado al llegar al entorno rural porque le costó integrarlo. «Me pasé mucho tiempo tratando de acomodar la temática que yo trabajaba a la realidad-pueblo y al final me di cuenta que era yo quien me tenía que acomodar y a partir de ahí ha ido cambiando mi producción», indica. Ambos venden sus creaciones siempre exclusivas a particulares y tiendas y también acuden a ferias de arte.
La llegada de ambos a Salas de Bureba fue por mediación de una amiga de Elo que posee casa en el municipio burebano desde hace años. «Yo llegué desde Santiago de Chile a Barcelona para estar con Elo en enero de 2012 y ella, tras perder su trabajo en la cafetería Starbucks que hay en La RamblaCataluña, me planteó hacer este cambio al mundo rural», indica Cristian. Ambos barajaron los pros y los contras de lanzarse a un nuevo destino y cogieron las maletas para irse a un lugar que ninguno de los dos conocía.
El objetivo era escapar del agobio de la gran ciudad y también intentar ahorrar en estos tiempos de crisis. «En Barcelona, estás continuamente gastando aunque solo sea para desplazarte», apunta él. La acogida en Salas fue muy buena. Por cierto, la fecha del ‘desembarco’ fue un 25 abril, un día antes del cumpleaños de ella y dos antes que el cumpleaños de él. Todo, muy simbólico. La pareja entró con buen pie en la localidad y desde el principio intentó integrarse lo más posible mostrando su trabajo al vecindario. «Aquí hay como más humanidad diría yo, todo el mundo te saluda al salir a la calle», apunta Cristian. «Fue como una situación de cuento, encontrarte a la puerta de tu casa una docena de huevos cedida por un vecino y cosas así», añade. La pareja no tiene coche y se desplaza hasta Briviesca u Oña mediante el transporte a la demanda o con algunos vecinos que amablemente les llevan. El autocar va muy ajustado de horarios y a veces no les da tiempo para hacer todos los recados y las gestiones que han programado.
«NINGÚN CHOQUE»
La pareja señala que no hay nada que les haya chocado especialmente en Salas aunque sí encuentran notables diferencias con la ciudad, pero consideran que se están «acoplando bien». Les gusta igualmente el verano y el invierno en el pueblo aunque los días de poca luz se les hacen eternos. «Pero hay días preciosos: la lluvia, el olor a tierra...» afirma Cristian. Los dos chilenos han alquilado una casa rehabilitada y están dispuestos a quedarse en el futuro si consiguen sacar adelante algún proyecto que les permita tener ingresos. Tiempo al tiempo. Quienes tengan curiosidad por la obra artística de la pareja chilena pueden tomar un primer contacto entrando en la red social Facebook. Además, las puertas de su taller en Salas de Bureba están totalmente abiertas.