El principal brazo financiero de la UE y una de las mayores entidades de desarrollo a escala mundial, el Banco Europeo de Inversiones (BEI) busca quien esté al frente de la institución y a ello opta una vieja conocida de la política comunitaria: Nadia Calviño, vicepresidenta española y titular en funciones de Economía.
La ministra ya defendió el pasado agosto, cuando el Gobierno anunció su candidatura para la Presidencia del organismo, que su propuesta es una «oportunidad única» para España de acceder a un «puesto de primer nivel» que es «fundamental» para financiar «grandes proyectos de inversión».
Calviño reiteró entonces que, tras llevar a cabo «contactos informales» con otros dirigentes del bloque europeo, «quedó muy claro que España solo tenía opciones de éxito» si era ella la elegida.
Pero la responsable de Asuntos Económicos tendrá que medirse con otros pesos pesados dentro de la UE como Margrethe Vestager, vicepresidenta de la Comisión Europea a cargo de la importante cartera de Competencia. No son las únicas pretendientas (Italia presenta, por ejemplo, al exministro Daniele Franco), pero sí las que tienen más opciones de cara a la decisión que tomen los ministros de Economía de la UE, con el objetivo de sustituir al alemán Werner Hoyer a partir del 1 de enero de 2024.
Si Calviño o la danesa Vestager son las escogidas, se convertirían en la primera mujer en dirigir un banco comunitario después de los siete hombres que han llevado las riendas de la entidad en sus 65 años de historia.
Impulsar el desarrollo
La función del organismo desde su sede en Luxemburgo es facilitar préstamos y garantías a proyectos de «todos los sectores de la economía» que busquen el desarrollo de las regiones «más atrasadas» y la modernización o reconversión de empresas o de nuevas actividades, así como proyectos «de interés común a varios Estados miembros» y también de fuera de la UE.
Solo el año pasado, la institución firmó acuerdos de financiación por valor de más de 72.500 millones de euros y actualmente roza los 230.000 millones con España desde la aprobación de los primeros préstamos para empresas nacionales en 1981.
Obtiene sus recursos sobre todo en los mercados de deuda, aunque también cuenta con las aportaciones de capital realizadas por los países del bloque. Después, dirige los recursos tanto a las compañías que necesitan la financiación como a bancos privados que los canalizan a los receptores finales.
Su máximo órgano de decisión es la junta de gobernadores, formada por los veintisiete ministros de Economía, incluida Calviño, aunque el funcionamiento depende de un Comité de dirección compuesto por el presidente y seis vicepresidentes.
Nació con la misión de impulsar el desarrollo económico y fomentar la cohesión del bloque comunitario, pero en los últimos años el BEI ha logrado mayor protagonismo para hacer frente a recientes desafíos. Así surgió, por ejemplo, el plan Juncker, que con el apellido del expresidente de la Comisión intentó movilizar inversiones multimillonarias para resucitar la economía tras la crisis financiera de la pasada década.
Nuevas prioridades
El coronavirus también supuso un acicate para el brazo financiero de la Unión Europea, que formó parte de la triple red de seguridad que el Eurogrupo acordó para sostener la economía con un programa de avales públicos de hasta 100.000 millones de euros. En ese período, destacó la financiación para el desarrollo de vacunas, por ejemplo los 100 millones para la alemana BionTech para sacar adelante uno de los primeros sueros que se pusieron en el mercado contra el coronavirus.
En 2022, a raíz de la agresión militar de Rusia sobre Ucrania, la entidad asumió la tarea de canalizar recursos para la reconstrucción de infraestructuras y la financiación de proyectos en este país del este, y en los últimos años se ha marcado la meta de convertirse en el principal «banco del clima» europeo.