La paja es oro

L.M. / Arenillas-Peral
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Los productores ponen cámaras y redoblan la vigilancia para evitar la quema de pilas de pacas. Los incendios intencionados en Revillagodos, Prádanos de Bureba y Hornillos han vuelto a resucitar el miedo entre los empresarios

Los productores de paja instalan cámaras de seguridad y redoblan la vigilancia de sus depósitos en la provincia de Burgos después de tres incendios intencionados. - Foto: Valdivielso

La quema intencionada de finales de octubre en dos explotaciones de la Bureba y en una de Hornillos del Camino ha resucitado los fantasmas entre los productores de paja. Aunque desde el sector reconocen que el temor a sufrir un incendio y perder todo por lo que tanto han trabajado siempre está ahí, cuando se enteraron de la catástrofe de Revillagodos y Prádanos se les revolvió el estómago.

«Da una impotencia que no te puedes ni imaginar», asegura Iván Fernández. Este empresario de Arenillas de Riopisuerga produce cada año cerca de 50 millones de kilos de este subproducto, bien sea de forraje o de paja. Perfectamente conocedor de los riesgos que entraña almacenar miles y miles de fardos en explotaciones al aire libre o cubiertas, desde hace tiempo tiene instaladas cámaras de videovigilancia para tratar de disuadir a posibles pirómanos.

Sin embargo, admite que si alguien quiere quemar una pila puede hacerlo sin ser visto. «Si tuviéramos permiso para colocar más en lugares estratégicos o concretos como caminos o carreteras quizás dormiríamos algo más tranquilos», apunta. Con explotaciones desde Navarra hasta Extremadura, Fernández lamenta lo fácil que es perder «por un cerillazo» el trabajo de meses. Así las cosas, van a extremar más si cabe las medidas de seguridad mediante la instalación de más cámaras de videovigilancia en explotaciones que tiene por la comarca del Arlanza.

Alejandro del Cura, agricultor de Peral de Arlanza.Alejandro del Cura, agricultor de Peral de Arlanza. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Con la misma intranquilidad se va a la cama todos los días Alejandro del Cura, de Peral de Arlanza. Con cerca de 10 millones de kilos de paja producidos cada temporada, este agricultor también ha colocado cámaras de espera -las mismas que se emplean para cazar o detectar animales salvajes en los bosques o el monte-. Además ha redoblado las rondas de vigilancia que se da con su todoterreno por las pilas que tiene en lo alto de su pueblo o en las inmediaciones. «En ocasiones nos pasamos hasta tres o cuatro veces por la noche para ahuyentar a posibles locos», asegura. Hace seis años ya vivió en sus propias carnes la quema de un balaguero (montón) que tenía. «Cuando llegué el fuego apenas llegaba al cuarto fardo. Sentí una impotencia que no había experimentado nunca antes después de trabajar sin destajo todo el verano», recuerda.

44 euros costaba en la lonja de Valladolid la tonelada de paja procedente de cereal el 31 de octubre


Y es que en pilas de hasta una docena de pacas, no tuvo otro remedio que contemplar cómo se quemaban todas ellas. «Tienes los seguros en regla, pero como es un material peligroso no te cubre el cien por cien», denuncia. Por ejemplo, para una tonelada ubicada en una finca al aire libre, sin verja o protección alguna, solo puede cubrir los daños en 750.000. «Como cada vez hay más incendios las empresas cada vez son más reticentes», lamenta.

La incertidumbre de que pueda andar suelto un pirómano que pueda reducir a cenizas las pilas de fardos que se agolpan a lo largo y ancho de la provincia les quita el sueño tanto a Fernández como a Del Cura. «Lo peor de todo es no saber la causa o el porqué han ido contra ellos», asegura el empresario de Arenillas. Como su colega de Peral, también sabe lo que es ver cómo se quemaba un enorme montón de paja ante sus ojos sin que nada se pudiera hacer. «Te pueden llegar a arruinar de la noche a la mañana. Es gente que tiene un problema y que no está bien de la cabeza», admite.

Un dineral. Combustible, maquinaria, cuerdas, averías... los costes económicos -a los que se suman los personales- que deben afrontar los agricultores y empresarios que se dedican al sector de la paja y el forraje son, a todas luces, extraordinarios. A todo esto se suma la contratación de empleados, especialmente en verano, cuando se produce el pico alto de actividad. En el caso de Iván Fernández son cerca de una veintena las personas que tiene en plantilla durante todo el año, aunque en el periodo estival crece considerablemente el plantel. «Se mueve muchísimo dinero para lo que finalmente se gana», asegura.

«Solo por arrancar por la mañana ya estás gastando dinero. Es una rueda en la que dentro se está bien pero que entrar en ella cuesta mucho», indica. Y es que, sin el título de agricultor -se dedica al cien por cien a la paja- su empresa no puede acceder a las ayudas que sí tienen derecho a recibir los profesionales del campo o de la ganadería. «No cobro ninguna subvención. Pagar la maquinaria a pulmón, con lo inflada que está por las ayudas que dan, cuesta una barbaridad», afirma. Hasta la explotación de Alejandro del Cura en Peral de Arlanza se desplazan durante la campaña más fuerte trabajadores que llegan desde Barcelona y Huesca. «Tienes que adelantarles el dinero sin saber si vas a vender los fardos, te los van a quemar o qué va a pasar con ellos», sentencia.

Al aumento de cámaras de videovigilancia o incremento de rondas a pie o en coche por las inmediaciones de las pilas de paja se suma la petición de algunos agricultores de más presencia de la Guardia Civil. Así lo trasladan algunos profesionales del campo desde la comarca de las Merindades, donde la noticia de la quema de tres explotaciones en la Bureba y Hornillos del Camino también ha causado mucha incertidumbre. Esa misma petición trasladan los agricultores afectados por las quemas, aunque todos ellos reconocieron los problemas de personal que arrastra el Cuerpo en Burgos.