Un brindis por la uva rumana

S.F.L. / Poza de la Sal
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Alexandra Pantilie es una apasionada del vino y abrirá en Poza de la Sal, su tierra adoptiva, un centro de distribución de uno de los productos más desconocidos de su país

Alexandra Pantilie planea que una selección de vinos elaborados en Rumanía ocupen las estanterías de las vinotecas. - Foto: A.P.

La vida da muchas vueltas, o como diría Alexandra Pantilie, las vueltas dan mucha vida. Afincada en Poza de la Sal desde 2004 -con sus respectivos paréntesis de por medio- se toma al pie de la letra la segunda parte -inventada- del refrán y vuela como el alma libre que es en busca de cumplir su sueño. Aquel por el que ha vuelto a dejar por unos meses la villa salinera para instalarse en su Rumanía natal, pensar y actuar con una copa de vino en mano. Así todo se ve mejor.

Mostrar a los españoles un lado desconocido de su país es el objetivo que persigue desde que formó parte del equipo de trabajo junto a unos amigos en una bodega en Dealu Mare, el área vitivinícola rumano que correspondería a La Rioja. Durante cinco años -con una pandemia de por medio que frenó el proyecto- recibió formación en el sector a través de los ojos de dicho local artesanal, obtuvo el certificado WSET -acrónimo de Wine and Spirit Education Trust- para ser sumiller, y se adentró en un mundo fascinante.

Al igual que los gatos -animal que adora y con el que se identifica- se considera demasiado curiosa, tanto que la llevó a conocer y estudiar todas las etapas por las que pasa la uva hasta acabar en la botella. Cuidar los viñedos, recoger la fruta, la parte de fermentación, las levaduras salvajes, el terroir, la espera, embotellar y etiquetar. No hay nada que resista en sus manos porque al igual que ella, todo tiene su encanto. 

En Rumanía Alexandra Pantilie también participó en la vendimia.En Rumanía Alexandra Pantilie también participó en la vendimia. - Foto: A.P.

Con un portafolio de nueve bodegas artesanales (algunas Bio y otras biodinámicas) regresó en enero a su localidad burgalesa con la intención de organizar catas y eventos, pasión que floreció mientras preparaba su boda. Fue recibida con el entusiasmo e interés que su personalidad y labia -sin dejar atrás sus ojos color azul casi transparente que hipnotizan a cualquiera- despierta entre aquellos que tienen el placer de conocerla. Los días 20, 21 y 22 de junio celebró el día de las tres uvas indígenas más conocidas: Feteasca Alba, Feteasca Neagra y Feteasca Regala, y adelanta con una sonrisa de oreja a oreja que pronto habrá una selección de los vinos rumanos en una tienda de Barcelona y la idea es que estos viajen a las estanterías de locales de toda la península.

«Estos productos no se pueden comparar con nada porque tienen su propia identidad, aromas peculiares y un gusto diferente», comenta Pantilie. La parte más interesante es que en «Transilvania se hacen unos vinos blancos que a muchas personas van a dejar enamorada. Los tintos se producen más en Dealu Mare. Otra zona interesante es Dobrogea que está al lado del Mar Negro. Realmente las ocho zonas de Rumanía tienen demasiado que ofrecer», añade. Que la gente identifique su país por algo más que Dracula o Nadia Comaneci es su mayor interés. Su afán de superación la llevará lejos, tanto como para ganarse un trozo del corazón de los amantes del vino con ganas de probar emociones gustativas.

Eventos. Organizar visitas a las bodegas que representa complementa su proyecto y alojar a los clientes en las zonas más bonitas de Rumanía donde la tradición de hacer vino natural se ha mantenido viva pasa de padres a hijos puede ser una experiencia inolvidable, una fantasía por la que trabaja duro. El punto central para la distribución de los productos va a ser Poza de la Sal, su tierra de acogida que tantas alegrías y momentos únicos han ofrecido a su persona. El lugar escogido para que en un futuro organice eventos en esta dirección y dar cabida a los pequeños productores de la zona. ¡El enoturismo aterriza en la villa salinera!

Un viñedo en el jardín de casa. Al volver al pueblo junto a sus padres, Alexandra ha reconectado también con la tierra. Demasiado asfalto en sus años 'locos' en Burgos, Soria, Barcelona y Bucarest. Ellos tienen un huerto y plantan desde hace una década productos Bio. Este año se han atrevido con la vid (tempranillo) para investigar el comportamiento de la planta con el clima sin emplear pesticidas. La joven quiere elaborar su propio vino en Poza. En invierno y primavera ha contactado con varios productores de la zona con los que ha compartido experiencias y catado sus productos.

 Este verano visitará las bodegas que pretende representar con la finalidad de aprender más de la historia que hay detrás de cada vino. Pero el viaje no acabará ahí. En octubre acudirá a Terra Madre Salone del Gusto, el mayor evento mundial dedicado a la alimentación sostenible y a la política alimentaria, donde absorberá todo tipo de ideas que cuadren en su proyecto. A través de la empresa de distribución que abrirá espera llegar a toda España. También devolver a la villa que la adoptó hace ya 20 años todo lo que le aporta. En su perfil de Instagram (@winemavenro) muestra los avances de su propósito más personal.