Los pintorescos pueblos del Valle de Caderechas merecen sí o sí una visita, pero ¿por qué acabarla sin oler, tocar y disfrutar de la belleza natural que todos ellos ofrecen? Esto mismo se cuestionaron Endika Ruiz e Inés Martínez, apasionados del medio que les rodea hasta el punto de abandonar sus respectivas localidades -Plentzia y Burgos, respectivamente- para instalarse y trabajar desde Huéspeda. Entre sus múltiples aficiones destaca la práctica de deportes al aire libre, y el senderismo y la bicicleta se llevan la palma. ¿Por qué no compartirlas?
Su dedicación al diseño y creación de páginas web les permite sacar tiempo para saborear los encantos de la zona y adentrase en lugares desconocidos para la mayoría de sus habitantes y visitantes. La satisfacción generada por los grandes descubrimientos localizados al caminar por los senderos que antaño unían una localidad con otra a través del monte les ha dirigido a identificarlos y estudiarlos.
La ruta al Portillo de Escóbados y la Ermita de Santa Marina, y la que se dirige por el bosque desde su localidad a Madrid de Caderechas ya cuentan con cartelería particular y una breve a la vez que completa descripción. Ambas de recorrido circular, no presentan demasiadas dificultades y están preparadas para que las frecuenten todos los miembros de la familia en cualquier época del año.
Asimismo, los senderistas que utilicen los GPS de sus teléfonos inteligentes dispondrán de las dos caminatas en la aplicación Wikiloks, donde han quedado almacenadas -al igual que sus puntos de interés- con posibilidad de compartirlas.
Aquellos que no mantengan una relación demasiado cordial con las nuevas tecnologías tienen a su disposición un gran panel informativo en la entrada del pueblo en el que aparece un texto explicativo sobre las características de cada trayecto -uno de 7,5 kilómetros y otro de 5-, un mapa con los recorridos diferenciados por colores y dos códigos QR que al escanearlos conducen a la aplicación.
«La junta vecinal apoya nuestra propuesta y paga una cuota anual para que los turistas accedan virtualmente al recorrido sin necesidad de suscribirse», comenta el impulsor del proyecto. Las estacas de madera colocadas en los caminos -distinguidas entre ellas por numeración y tono- contienen además de flechas que indican la dirección que se deben tomar -y las que no-, los códigos.
Otra de las importantes labores que ha llevado a cabo la pareja ha consistido en la retirada de vegetación que invadía algunos de estos caminos para evitar que los andarines se desorienten durante sus excursiones. En definitiva, la idea de limpiar parte de los bosques de la zona, trazar un mapa de los recorridos y transformar el espacio en un destino turístico atractivo, accesible y sostenible se ha convertido en una realidad.
No obstante, y a pesar de que su propuesta para revalorizar su pueblo y parte del Valle ha visto la luz, aspiran a desenterrar otras rutas que los antepasados realizaban y que muchas de ellas han sido devoradas literalmente por el olvido. De esto dependerá el amparo de los vecinos y ayuntamientos. Ellos, por si acaso, continúan acumulando kilómetros de felicidad.