Nunca la Policía Nacional se había enfrentado a una investigación por incendio tan complicada, dadas las dimensiones del destrozo que causó en la planta de Campofrío. José Luis Borrego, inspector jefe de la Policía Científica, acudió el mismo 16 de noviembre a la calle La Bureba y cuando observó el calibre de los daños solo pudo pensar: «Cómo le meto mano yo a esto». Como en cualquier otro siniestro de la misma naturaleza había que iniciar unas pesquisas dirigidas, por un lado, a establecer las causas, y por otro, a determinar si el fuego fue accidental o provocado.
Eloy Ladrón, actual inspector jefe de la Brigada de Seguridad Ciudadana y en ese momento jefe del grupo de la Policía Judicial que dirigió la investigación, tomó el mando de la situación el día 17. Y también pronosticó que la cosa iba a estar «complicada». «Junto al incendio de la calle Sauce (murieron 10 trabajadores en 2005) ha sido el siniestro más complejo al que nos hemos enfrentado en la Comisaría de Burgos», reconoce.
Ambos inspectores jefe trabajaron codo con codo durante cerca de un mes. Desde el lunes 17, la Policía Nacional montó un puesto de mando al lado de la planta siniestrada desde el que se dirigían todas las operaciones orientadas a obtener pruebas, organizar interrogatorios y sacar conclusiones. El día 16 los compañeros de Seguridad Ciudadana cumplieron con la misión de apoyar las labores de desalojo de Villafría, Rubena y Cótar, a cuyas casas llegaba un aire tóxico que dificultaba la respiración de los vecinos.
A partir de ese momento la Comisaría tenía que comenzar la ardua tarea de investigación. Lo primero que hizo Eloy Ladrón y su equipo fue revisar la 'caja negra', el disco duro de la centralita de la empresa en el que figuraba la secuencia de las alarmas que saltaron esa madrugada del día 17 a causa del fuego. Eso permitió concluir que las llamas se iniciaron en los lavaderos de los jumbos situados en la zona de cocidos, en el centro de la planta. Al mismo tiempo, el inspector jefe y sus efectivos empezaron a interrogar a todo el personal que había estado esa noche, personal de seguridad, etc.
Las máquinas que retiraron los escombros permitieron que llegáramos al foco del fuego»
Mientras tanto, la Policía Científica emprendía la tarea de recoger evidencias, «una labor muy difícil en unas instalaciones gigantescas y totalmente destruidas por el fuego». La Policía Nacional apoyó este trabajo con unidades especiales llegadas desde Madrid y Valladolid. Lo primero que hicieron fue volar drones por encima del desastre para dar con la 'zona cero', el lugar donde se iniciaron las llamas. «Pero era complicado, porque muchos lugares presentaban muchos daños y se daban falsos focos, pero al final dimos con ello», indica Borrego. Otra cosa era llegar físicamente allí.
Para lograrlo fue primordial la labor que realizó la empresa que llevó a cabo el desescombro de la planta, que fue abriendo corredores -a petición de la propia Policía- para alcanzar las zonas sensibles. Ese esfuerzo permitió que la Policía Científica pudiera introducir perros adiestrados en la localización de sustancias acelerantes. Los animales recorrieron el corazón de la fábrica, pero no encontraron vestigio alguno del que se pudiera deducir que el incendio fue intencionado. «Esa fue la conclusión, que fue accidental», remacha.
Fue más de un mes de «mucho estrés y mucha dedicación». Además, los peritos de las aseguradoras estaban muy pendientes de todo el trabajo. De hecho, la Comisaría se vio obligada a vigilar la planta destruida las 24 horas del día, con el fin de protegerla de posibles intrusos que pudieran modificar el 'escenario del suceso'.
La lectura positiva que ambos hacen es que no hubo que lamentar víctimas ni daños personales y que además la empresa se comprometió, y cumplió, a la levantar unas nuevas instalaciones en el mismo lugar y a mantener la plantilla. Dicho y hecho.