Capellán del hospital Santiago Apóstol, del monasterio de Bugedo, párroco para 17 pueblos y delegado en Cáritas Miranda. El burgalés Ricardo García, al que todo el mundo conoce como Richi, vive sus últimas semanas en todos estos puestos. Cuando comentó que se iba, reconoce que trataron de convencerle, «porque no querían que me marchara», menciona con cierta gratitud. Dejará un hueco importante, pero tiene una clara justificación: cumplir su vocación de misionero. «Siempre la he tenido», admite al recordar cuando acudían a darles charlas a su colegio de La Salle en la capital sobre la vida en África, Asia o América. En septiembre dejará oficialmente su casa de Pancorbo, en la que ha estado los últimos nueve años y después cogerá la capa para viajar a Perú.
El párroco ya conoce el país andino. De hecho, su primera misión la tuvo como seminarista en 1997. Durante varios años seguidos sus vacaciones la dedicó a ayudar a la gente al otro lado del Atlántico. Luego, ya como cura, estuvo de manera estable desde 2008 a 2015. Ahora, explica que «los contratos son de tres años renovables y no sé lo que estaré», aclara Richi, quien ensalza que «cuando surgió la posibilidad de volver pues no me lo pensé y regreso de cabeza».
Allí sabe lo que le espera. Bromea con los mosquitos aunque no esconde que irá a otro mundo, donde combatirá contra «una realidad distinta a la que tenemos aquí, porque allí es ayuda espiritual, humana… es todo». Por ahora, sabe que estará en el vicariato de San Ramón «que depende de Roma y de muchas ayudas y que es tan extenso como Castilla y León». La falta de recursos y paliar la gran extensión representarán retos que ya conoce, porque en su anterior destino, «en Pichanaki, teníamos 200 pueblos, no llegábamos a todos y muchas eran comunidades nativas y al final del año igual llegabas a 40 ó 50 porque había que salir casi todos los días». En la mochila también guardará la experiencia de estos años y gracias a su papel en Cáritas Miranda se implicará en los proyectos para el desarrollo que lleguen a esa zona.
Las maletas las prepara con la ilusión de lo que tendrá por delante en su destino en Perú, pero también con la satisfacción de la labor que ha realizado en el norte de la provincia. «Dejo a los pueblos bien, la gente está contenta y participando», afirma Richi, quien durante el tiempo que ha estado en su actual destino no se ha quedado dentro de los muros de las iglesias y ha tratado de dinamizar la vida en el entorno de Pancorbo y de Santa Gadea del Cid, donde era el responsable «donde hemos creado la unidad pastoral Oroncillo-El Espino», afirma.
En estos rincones de la provincia «la gente está implicada», y él que se marcha, sabe que ya hay relevo para sustituirle. No lo dice, pero su esperanza pasa porque se de continuidad a su labor. En el bagaje recuerda que «hemos conseguido arreglar la cubierta de iglesias, retablos como este de San Nicolás en Pancorbo, el de Santiago o el de Santa Gadea del Cid». A esto hay que sumar la recuperación de varios órganos, pero también gestos más de pie de calle, como las clases de guitarra que ha dado o el grupo que ha formado «los Autrigones», matiza.
La música es para él un elemento dinamizador, que ya puso en marcha antes en puntos como Sedano o Aranda de Duero en los que también ha estado destinado. Con la mente puesta en la selva, también ensalza la labor que hay que hacer en el entono rural «donde hay muchas cosas por hacer y yo no paro», defiende Richi, a las puertas de un nuevo viaje para cumplir con su vocación.