Cernégula sueña con poder ofrecer la suelta de perdiz pardilla

L.M. / Cernégula
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La intención de los nuevos gestores del coto es obtener los permisos necesarios para que se pueda soltar esta especie solo autorizada en Cataluña

El refugio se erige en uno de los altos del coto intensivo, con centenares de hectáreas de campo a sus pies. - Foto: Patricia

A lo largo y ancho de las 779 hectáreas de las que consta el coto que gestiona Cinegética Cernégula se disponen hasta 21 campos o zonas independientes en las que pueden cazar hasta 85 personas de manera simultánea. Dentro del complejo, que está completamente vallado (13 kilómetros de cerca), se pueden cazar desde perdices hasta codornices pasando por faisanes o palomas.

La intención de los nuevos gestores del coto es obtener los permisos necesarios para que se puedan soltar perdices pardillas ibéricas (Perdix hispaniensis), un ave cuyo aprovechamiento cinegético está terminantemente prohibido en Castilla y León por su bajo nivel de población. Es más, tan solo está autorizada su caza en Cataluña, con muchas restricciones. «Nos gustaría introducirla», adelanta José Santos, uno de los directores de la compañía. En las próximas semanas iniciarán conversaciones con la Junta de Castilla y León o con la Federación de Caza para obtener el visto bueno. «Da mucho juego a los perros. No deja de hacer amagos y es muy útil para trabajar con canes», explica.

Se trata de una especie de medio tamaño, con un color grisáceo que predomina por todo su cuerpo y cuyo dorso destacan tonos pardos, blancos y negros. La cara es anaranjada. Su hábitat natural son los matorrales y los pastizales, preferentemente a partir de los 1.600 metros de altitud (el coto de Cernégula está a 1.060 metros).

La llegada de los nuevos socios ha provocado que las perdices que se sueltan ahora vengan procedentes del criadero de Grupo Faisa D'or, propiedad de Juan Saavedra, uno de los gestores que se ha puesto al frente de Cinegética Cernégula. En sus instalaciones de Vilopriu (Girona) las aves no tienen contacto con los humanos desde su nacimiento hasta la suelta -va todo automatizado-, por lo que al no estar acostumbrados a la presencia del hombre ni de los perros, huyen en cuanto salen al campo.