Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


Cosa de niños

12/02/2024

Esta era la habitual exclamación ante cualquier travesura infantil. En la convicción de que un niño sería incapaz de actuar con maldad, o de causar un mal intencionadamente, se invocaba enseguida su inconsciencia, su falta de malicia, incluso su incapacidad jurídica, para justificar o exculpar sus actos. Cosa de niños, chiquilladas, y no hay más.
Todo eso estaba bien, era comprensible y, como mucho, no pasaba de ser una trastada molesta y perdonable. Hasta que ocurren episodios de violencia de extrema gravedad y se hace material y moralmente imposible alegar excusas como aquellas que tradicionalmente aseguraban impunidad, aunque no evitaran la reprimenda. Y, a partir de ahí, viene la extrañeza, la alarma y las preguntas sin respuesta.
Por desgracia, van siendo relativamente frecuentes los casos de violencia ejercida por menores, a veces todavía niños, contra otros niños (el término niños es aquí deliberadamente genérico, e incluye también niñas), contra sus profesores, contra miembros de su familia, contra sus padres.
El hecho conocido hace unos días, la agresión a la madre adoptiva de sus dos hijos, de 15 y 13 años, a la que causaron la muerte en circunstancias de extrema violencia, entra de lleno en ese salto cualitativo a que me refería. Se trata de dos muchachos, en buena medida aún niños, adoptados en Rusia hace unos años por un matrimonio, del que no se percibe ningún aspecto extraño o especial, salvo lo que en sí mismo significa de generosidad el hecho de la doble adopción. Se cuenta que la relación entre la madre y los dos hermanos podía atravesar alguna fase de cierta tensión a causa de las discusiones por motivos escolares. Hubiera lo que hubiera, y más allá de que no haya ninguna justificación para lo ocurrido, la cuestión es que tampoco hay ninguna explicación.
¿Qué explicación puede tener un hecho así? No la hay, es imposible que la haya. Quién puede saber lo que ha habido, lo que hay, en la mente de dos chicos de esa edad (¡15 y 13 años!) que deciden matar a su madre, que lo hacen con alevosía, maniatándola y clavándole un cuchillo en el cuello, que urden la coartada de un secuestro y de una asfixia, y que ponen en práctica una estrategia de escenografía ambiental para desviar la atención. Qué influencias han podido recibir para llegar a ese extremo en esa edad. No encuentro otra reacción que el estupor, la incomprensión, y el silencio.